uno||contrato

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Miraba asia el horizonte, y pensando llegué a algo. ¿Por qué tenían que haver muertes cada día? En ves de poder vivir serenamente y divididos. Pero es una recomendación que nadie va a escuchar, me an rechazado muchas veces. Siempre he querido a alguien que esté conmigo como pareja; pero siempre era la misma respuesta en todas mis confesiones.

—no quiero estar atrás tuyo como tu padre, no te puedes defender. Además de que nadie quiere a las chicas con tobillos gruesos.

Si, nací siendo diferente a todos en mi hogar, actualmente estoy en la mano de dios, y mi colonia está ubicada en el jardín de dioses. Un lugar donde no todos los de mi raza pueden entrar fácilmente.

Si no eres de un rango respetable tendrás que vivir en las tierras sagradas, lugar donde todos aquellos que su poder es nulo viven.

Nací con un gran problema, soy una diosa pero lo único que no me define como tal, es el simple hecho de no tener magia, los poderes de mi padre.

Dios, soy su tercer hija y la más joven, mis hermanas an muerto peleando contra demonios en la era de de cenizas. Era en la cual el árbol de cenizas de las tierras hirvientes estaba despierto.

Nunca he tenido la aprobacion de nadie por el hecho de no tener poderes como todas las diosas y dioses que me rodean, me siento tan pequeña al ver que hasta una niña de 500 años puede ser más útil que yo.

Y mi padre no es la excepción, el también me rechaza y le da la razón a un soldado que a su propia hija haciéndome ver cómo si yo estuviera equivocada.

—entiende, no puedes hacer nada. Eres la única hija que me queda, te lo vuelvo a repetir, no salgas de los templos.

Los templos de cristal, es donde yo paso mi día a día.

—si puedes ayuda dentro de los templos, además. No quisiera que los enemigos sepan de ti, que no puedes hacer nada por ti misma.

Odio mi vida.

—tranquila, algún día la gran mujer que tienes dentro va a despertar.

—pero me hace sentir que en verdad no soy buena ni para caminar, siempre va a haber alguien mejor que yo en todos los sentidos.

—estoy cansada de siempre querer ser perfecta. Nunca lo seré.

La única amiga que tenía era aoi. Ella es muy bella y muy poderosa...

—lo siento, ya no puedo estar aquí, me quiero ir.

A duras penas podía controlar mi vuelo el cual no duraba mucho como los otros.

Apenas llegaba a estar entre las nubes,  y ocupe la poca magia en mi para salir de los templos de cristal.

No dure mucho, y aún que aoi me intento detener caí en arbustos de espinas.

Tampoco tenía poderes curativos, me arrime al arbol más cercano que encontré, apoye mi espalda en el tronco tratando de respirar.

Mis manos estaban llenas de heridas y rasguños, ardía mucho...

Todos si tenían razón, no puedo ni caminar bien estando sola, quizás deba dejarlo así como así. A final de cuentas yo salgo perdiendo al intentar ser alguien importante.

A nadie le importa si soy o no la hija de su gobernador, si pueden molestarme lo aran. Y estoy más que segura que mi padre no querrá callar esas bocas.

La noche cayó y yo seguía sentada, había pasado mucho tiempo desde que caí, desconocía el lugar donde me encontraba sentada, no conozco nada más allá de los templos.

Mi vestimenta está rasgada y sucia por la tierra en la que caí, hoy van a patrullar y aoi pertenece a ese grupo de dioses, ojalá y me encuentre pronto no estoy muy lejos de los templos.

El corazón del demonio || HananeneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora