Ardiente, sofocante y abismal. Para Verónica cada paso en esa casa de muñecas era como pisar brazas, andar entre cristal y pólvora. Desde la fría noche cubierta de niebla espesa y oscuridad sin forma, hasta el alba; la chica de castaños risos vigilaba con angustia la puerta de su habitación.
Vero no les temía a los monstruos del armario, o a las mágicas criaturas que se esconden en lo profundo del bosque. Ella no creía ni en hadas ni en brujas, ella solo podía rezar y sostener su crucifijo mientras los lamentos de su madre cubrían la casa. Para Vero el mejor escondite era el armario, entre libros viejos y ropas por doblar, escondía sus lágrimas, entre ahogados gritos sostenía con todas sus fuerzas su único tesoro. Esa noche Johnny su hermano menor, había quedado dormido en su regazo mientras se ocultaban en el closet.
Los rayos dorados del sol recibieron a Vero sin ápice de sueño, con él pequeño aun en brazos y calambres en todo el cuerpo. Lentamente la joven de catorce años abrió las puertas del armario mientras con tiernos susurros despertaba a su hermano. Este espabiló luego de unos minutos y fue a ducharse. La casa estaba en silencio, apenas unas cuantas sombras fantasmales se escurrían por entre las paredes pintadas de blanco. Verónica recorrió el pasillo a paso de pluma.
Preparó el desayuno, empacó los medicamentos del pequeño guardando todo en ambas mochilas. Poco después se alistó para aquel día de festival.
El camino a la escuela transcurrió en calma, cada tanto un conocido les saludaba y ellos pintaban cálidas sonrisas, era como cargar máscaras. Ellos eran perfectas muñecas, con piel de ceniza. El ambiente fue cambiando según se acercaban al instituto, el sonido de las risas, el aroma a dulce y frituras; olor a feria impregnaba el aire.
Antes de cada hermano tomar su camino Vero le entregó su lonchera a Johnny y se despidió diciendo: -Si te sientes cansado o abrumado o incluso si tienes miedo, puedes ir al refugio, yo te buscaré.
Ambos se despidieron y cada uno tomó su camino, Vero solo podía esperar que todo marchase bien.
*** *** ***
Mucho ruido.
Johnny sólo podía pensar en eso mientras sostenía su rostro con manos temblorosas, gruesas lágrimas escurrían por sus pálidas mejillas y el dolor de cabeza incrementaba a cada segundo, el aire en sus pulmones escaseaba, su pecho ardía -hiperventilaba-. Todo gracias al ruido. Lo que para otros era música y risas, para el chico no era más que un monstruo sin cuerpo o forma, un espectro capaz de torturarlo desde la distancia. Para Johnny los sonidos y las aglomeraciones siempre fueron sinónimo de dolor y ansiedad. Y en ese instante estaba sufriendo un ataque de pánico.
Ya no lograba distinguir nada, todo estaba oscuro, frio y asfixiante. Cuando todo se volvió negro, logro escuchar pasos apresurados, recibió unas palmaditas en la espalda y entre susurros escuchó que le decían: -calma, sólo respira hondo y contemos. 1. 2. 3. 4. ...
Una brisa fresca acarició su rostro aun con los rastros de lágrimas en él, el aroma de hojas secas, musgo y tierra impregnó su nariz, con ligero el silbido del viento y el trinar de las aves despertaron sus sentidos aun entumecidos.
-Despertaste dormilón.
A su lado se encontraba su hermana mayor, en sus manos una vieja videograbadora era sostenida. Ambos estaban sin duda en el refugio, una pequeña cabaña abandonada en el bosque de cacaoteros tras la escuela. Johnny era mecido en una hamaca por alguien más al otro extremo. Sentado en un pequeño banco de madera estaba Rubén o como Johnny le decía "el chico 111 rechazos". El pequeño no podía llevar la cuenta de las veces que Rubén había declarado su amor por Vero, ni tenía tiempo para cuantificar las veces que su hermana mandaba al pobre muchacho a recoger manzanas. Aun así, Rubén y el han sido amigos desde que Johnny tenía memoria, Rubén lo había salvado de muchas.
-¿Qué haces Vero? -preguntó luego de incorporarse en la hamaca.
-Tu hermana ha estado filmando una película contigo como protagonista y tu siesta como trama principal -dijo Rubén.
-No te enojes, saliste perfecto en todas las tomas. -argumentó Vero.
Johnny decidió no prestarles atención a los caprichos de su hermana, prefería dar un paseo. A lo lejos divisó unas cuantas hormigas y comenzó a perseguirlas. Las hojarascas crujían debajo de sus pies y uno que otro lagarto se arrastraba o trepaba los frondosos arboles de cacao que poblaban el bosque.
El silencio de la naturaleza era exquisito y por un tiempo deseo poder vivir oculto allí. Sin tener que soportar las discusiones en casa o tener que ocultarse en el ropero, tener que dibujar sonrisa de porcelana cuando tu piel está hecha cenizas o tener que asistir a la escuela por miedo a sufrir más en casa. En definitiva, el refugio y ese bosque eran mucho mejor que todo lo demás.
"A veces quisiera ser como las abejas"-pensó él niño.
*** *** ***
NOTA DE LA AUTORA.:
Hola mis Marcianos y queridos terricolas, aquí su capitana.
Estoy muy feliz de que esta cap pueda ver la luz luego de tantos cambios y bloqueos, pero bueno no hablemos de eso. En fin para que "4. Piel de ceniza" logrará ser escrito estove acompañada de tres bellas canciones y aqui pues se las dejo.
¡Disfruten!
Birsd de Imagine Dragons
Flowers de Miley Cyrus
Dollhouse de Melany Martines
Nos vemos luego. ;)
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Marcianos
Ficção AdolescenteUn festival escolar, siete chicos, una enfermería. ¿Qué podría salir mal? Gracias a un accidente en bici, una escalera mal puesta, un estofado de dudosa procedencia y un ataque de abejas. Siete chicos cruzarán caminos. Todos de personalidades di...