𝐄𝐱𝐭𝐫𝐚 𝐎𝟐

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▭𝅼▬࣪▭𝅼▬ׄ▭ ꒰🌼꒱ ▭𝅼▬࣪▭𝅼▬ׄ▭𝅼

Leilany siempre vio que era diferente a sus hermanos, no en la manera en que sus padres los trataban, no. Harry y Louis los querían a todos por igual; todos obtenían los mismos besos, caricias, regaños. Ninguno era diferente a los otros en esos aspectos, sin embargo, ella podía ver, no era tonta.

El color de su cabello no era parecido al de su madre ni al de su padre, y era la única que tenía un tercer abuelo. Cuando tenía seis años no lo entendía por completo, para ella era algo raro; pero nunca preguntó nada, porque a pesar de sus dudas tenía el amor de una familia, pequeños hermanos, buenos abuelos y padres increíbles.

Pero lo inevitable tenía que pasar. Cuando tenía diez, cientos de preguntas sin respuestas estaban en su cabeza, amontonadas y cada vez aparecían más y más de ellas. Así que un día, al tener la oportunidad de estar sola con su madre le preguntó.

No fue fácil, no sabía si esa pregunta tendría respuesta por parte de ellos, tampoco era que les tuviera miedo a sus padres, pero tenía cierto temor. ¿Y si no era de esa familia? ¿Qué pasaría si ellos no eran sus padres verdaderos?

Un compañero de la escuela le dijo una vez que los adultos a veces cuidaban niños que no eran de ellos, las personas que lo hacían eran porque no podían tener bebés propios. Al principio no entendió, ni siquiera sabía por qué surgió ese tema en realidad, pero algunas palabras se quedaron en su cabeza "hay adultos que devuelven a los cachorros cuando le estorban".

Leilany no podía evitar pensar en ello, si sus padres no eran sus padres en verdad, podría ser que ellos en algún momento se cansaran de ella y la devolvieran. Entonces, por esa razón tenía que preguntar, aunque la respuesta fuera mala. Miró la espalda del ojiazul mientras que este lavaba algunas tazas, tomó una respiración profunda y después tragó saliva.

—Mami, ¿podemos hablar? —pidió la rizada y esperó, el ojiazul la miró con una ceja alzada, junto con una media sonrisa, aunque se borró de a poco al ver el rostro serio y algo triste de la menor.

—Claro que sí, copito de nieve —respondió el ojiazul cerrando la llave y tomando un trapo para secarse las manos— ¿De qué quieres hablar? ¿Algún permiso para salir de campamento?

Era el momento, la pequeña rizada tenía que decirlo en ese instante o vivir con esas dudas por el resto de su vida, o al menos hasta que tuviera la madurez adecuada para armar por sí misma el rompecabezas de lo que en verdad pasaba.

—¿Y-yo soy tu hija de verdad, y-y de papá? ¿Son mis padres de sangre? —Leilany preguntó, miró como el rostro de la persona a la que llamaba madre pasó de una cara sorprendida a una de miedo, como la cara que ponía su padre cuando enojaba al ojiazul. Eso fue como una afirmación no verbal para la infante.

—C-cariño —el ojiazul chilló agachándose a la altura de su pequeña, no sabía cómo empezar, no sabía cómo responder a esa pregunta, aunque sabía que en algún momento iba a llegar, no pensó que fuera tan pronto— Es mejor si hablamos de esto cuando llegue tu padre.

—No lo soy, ¿verdad? —Leilany bajó su cabeza, ya se lo había imaginado, de seguro que ahora la iban a devolver.

—No digas eso, tú eres de esta familia tanto como cualquiera —Louis no pudo soportar lo que estaba diciendo la menor, la tomó en sus brazos y la alzó, aún recordaba con claridad el día que la cargó por primera vez.

Aquella vez que esa pequeña lloraba sin cesar, desconsolada y sin ningún aroma de Omega que la protegiera o la envolviera. Louis la cuidó desde el inicio como si fuera suya, y lo haría hasta que su cabello estuviera canoso y su piel arrugada.

¿𝐌𝐚𝐦á? [𝐋.𝐒]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora