CAPÍTULO 9

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Narradora

Griffin tomó la mano de Aveline y juntos marcharon a la pista. Era algo que ninguno había planeado, pero era necesario para darle un cierre a la noche para ellos y demostrar que, aunque había adversidades, ellos aún seguían juntos soportando todo.

—Un último baile, para cerrar la noche, milady —exclamó el castaño besando la mano de la de ojos verdes.

—Que todos lo vean, milord —respondió ella haciendo una reverencia.

La mirada de todos estaba sobre ellos. No había parejas en la pista, incluso la música no sonaba, así que, con una señal de Lady Camelia, los músicos comenzaron a entonar una suave melodía.

Ambos castaños se miraban y bailaban, era como ver al fuego y la noche danzar. Se veían muy bien y eso solo hacía que los rumores y murmullos no se acallaran; La sociedad esperaba el día en que ambos anunciaran que estarían juntos, después de todo era más que obvio que algo sucedía entre ellos dos.

—Gracias por haber venido —exclamó Lady Camelia Wilder una vez que su hijo y Aveline terminaran de bailar —. Espero que hayan disfrutado la velada.

Sin más que decir, todos comenzaron a marcharse. No había duda de que el baile sería comentado. La despampanante entrada de la familia Averly, el suceso de las bebidas en la ropa del duque de Braybory y sin duda alguna el baile que daba apertura a una esperada unión.

—Creo que es hora de marcharnos —anunciaron los Averly.

—Fue una velada espectacular, Lady Wilder, usted siempre sabe hacer que sus fiestas sean memorables —habló Priya a la mujer.

A su lado, sus dos pequeños dormitaban de pie, siendo acompañados por su nuevo amigo que no dudó en recostarse en el costado de su padre.

—Le devolveré el vestido mañana —informó Aveline.

—Quédatelo, me gustaría que fuera tuyo. Después de todo te queda hermoso —ofreció la mayor —. Tú puedes lucirlo, una prenda como esa no merece estar en un baúl sin usar.

—Gracias, Camelia —dijo la castaña abrazando a la mujer.

(...)

Dione Averly

El baile había tenido sus frutos, en el salón de mi hogar se encontraban no uno, sino tres caballeros, todos de buena familia y aceptables hombres.

—Me alegra que estés contenta —dijo Drystan sonriendo.

—Sí, no esperaba que tantos hombres asistieran, hasta ahora solo he tenido dos pretendientes.

—Tu belleza es algo que puede eclipsar a cualquiera, ángel. Estoy seguro de que podrás encontrar el amor en alguno de estos hombres.

El siguiente Lord pasó y así transcurrió toda la tarde hasta que uno de ellos me invitó a dar un paseo en caballos por el parque. Con la compañía de mi dama fuimos al lugar.

—Es un hermoso caballo —exclamé acariciando la melena rubia del animal.

—Sí, aunque no es tan rápido —contestó el caballero.

—Eso no importa, mi señor —respondí —. Por ahora solo importa que pueda moverse.

Sus manos fueron a mi cintura y con su ayuda subí al caballo.

—¿Puedes subir? —le pregunté a mi dama al ver como no lo conseguía.

—No debería dirigirse con tal confianza a la servidumbre —exclamó el hombre.

Alguien a quien amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora