CAPÍTULO 12

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Dione Averly

No podía creer lo que el hombre había dicho, en un solo instante, con unas simples palabras, había logrado destruirme en cuestión de segundos. Toda la felicidad que sentí ayer y hoy antes de llegar a casa se esfumó en un abrir y cerrar de ojos.

—Váyase —demandó mi hermanita luego de salir de la parálisis —. No vuelva nunca más ¡Largo de nuestra casa!

Comenzó a empujar el cuerpo del pelinegro con fuerza, este no ponía resistencia, solo se marchaba con una sonrisa victoriosa sin despegar sus ojos de mí.

—Yo... —dije lentamente —. Necesito aire.

Sin esperar más subí rápidamente a mi habitación, no podía más, necesitaba llorar y soltar todo.

Yo no era hija de mi padre.

Todo había sido un engaño.

El hombre que me amó durante un tiempo y luego me trató como la peor escoria del mundo lo hizo porque no era de su sangre. Él tuvo que criar a una niña que no era suya, tuvo que pretender que la amaba ante la sociedad cuando por dentro estaba lleno de dolor y furia contra la pequeña bastarda de su esposa.

—¿Por qué? —pregunté entre lágrimas —. ¿Por qué tiene que pasarme esto?

Pasé largas horas llorando en mi habitación dejando que los pensamientos me atacaran. Necesitaba apoyo, necesitaba a alguien que me escuchara y me apoyara, pero no alguien de mi familia, en este momento todos estábamos tensos. Sabía dónde acudir.

Ante la atenta mirada de mi hermano mayor salí por la puerta sin esperar a escuchar lo que tenía que decir, en este momento no quería hablar con él y decir cosas que lo lastimaran. Me subí al carruaje y mientras más avanzaba, más difícil se me hacía la tarea de no llorar.

—¿Avecilla? —preguntó Griffin apenas me vio lanzarme a sus brazos —. ¿Estás bien?

Lloraba en su pecho desenfrenadamente.

El castaño supo que ahora no quería hablar y solo quería desahogarme un poco entre sus brazos, así que me abrazó fuertemente mientras acariciaba mi cabello, dejándome llorar libremente.

—Todo es una farsa, Grif —dije luego de separarme de su pecho —. Me mintieron toda mi vida, él me odiaba por esa razón.

La confusión en el rostro del de ojos cafés fue notoria, él no entendía de lo que hablaba.

—No soy hija de mi padre —conté.

La sorpresa en su rostro fue difícil de ocultar.

—¿Cómo sabes eso?

—El vizconde Eckhardt apareció en casa para decírmelo en la cara —conté.

—¿Le crees a ese hombre?

—No lo hacía, pero Drystan me lo confirmó.

Griffin tomó mis manos y depositó un beso en estas.

—No soy una Averly, no sé quién soy en verdad —dije entre lágrimas.

—Eres Aveline Dione Averly, puede que no seas una Averly de sangre, pero tienes el apellido —exclamó —. Eres una de las mejores personas que existe, eres una dama excepcional y una hermana fantástica.

—La razón por la que no me amaba era esa, no era su obligación amarme.

—No lo era, pero podía hacerlo —dijo el castaño —. Eras su hija, él te crió, él te tuvo entre sus brazos y durante años creyó que eras suya, simplemente pudo ignorar el hecho que no llevaras su sangre y solo seguir siendo feliz contigo entre sus brazos.

Alguien a quien amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora