Capítulo 01

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Cuando Enid despertó, supo enseguida que estaba sola.

Se removió entre las suaves sábanas, suspirando por las ganas de quedarse en la cama, pero sabía que no correspondía. Ese día debía lavar la ropa blanca de la semana, además que tenía una cita a la que ya dijo que asistiría.

Giró en la cama, quedando boca arriba, y sintió el líquido escurriendo por su entrada. Merlina anudó dos veces la noche anterior, con Enid tan cansada que no se molestó en ir a limpiarse. Mejor así, la omega estaba un poco preocupada por no estar embarazada todavía. Merlina no le decía nada ni le presionaba por eso, pero Enid tenía un deber qué cumplir con su esposa.

Suspirando, terminó por ponerse de pie para ir a darse una ducha. La mayor había salido dos horas atrás para ir a su trabajo. A veces, Enid despertaba con ella e iba a prepararle el desayuno, aunque en otras ocasiones no era así. Merlina era bastante autosuficiente en ese sentido, pero a Enid le sentaba un poco mal no poder servir a la alfa como correspondía.

El próximo mes sería el aniversario de matrimonio. Cumplirían cuatro años de casadas, y Enid esperaba que Addams no lo olvidara como el año pasado. Le hacía mucha ilusión recibir alguna atención de su mujer, por pequeña que fuera, a pesar de que la pelinegra no fuera una alfa demasiado cariñosa. A la omega no le gustaba pedirle demasiado, sin embargo, se sentía bien saber que su esposa le quería.

Ambas se casaron cuando Enid cumplió los dieciocho años y terminó la secundaria. Había sido un matrimonio arreglado entre ambas familias, que pertenecían a la aristocracia del país. Una fortuna para Enid, que era omega, pues muchas personas veían a las omegas como una desgracia. Sus padres no estaban muy contentos con ella en ese sentido, pero se encargaron de arreglarle un buen matrimonio que trajera beneficios a la familia.

Básicamente, los padres de Merlina tenían una deuda de dinero con la familia de Enid. Sus papás decidieron perdonar dicha deuda, si la hija de los Addams aceptaba a Enid como pareja. Ellas se conocieron en una cena, Merlina le echó un vistazo y dio su veredicto.

―Está bien, no tengo problema en casarme contigo ―comentó, tranquila y sin una señal de asco.

Merlina estaba saliendo de la universidad en ese momento, con veintitrés años. A Enid le gustó mucho el porte elegante que tenía, su piel morena y el aroma a cítricos que soltaba. Estudió Derecho y pronto entraría a trabajar en la empresa de sus padres.

Así que ellas salieron por un mes antes de casarse e irse a vivir solas. Enid estaba muy asustada al inicio, sin embargo, la mayor fue amable y paciente, y no le había tratado mal en ningún momento. Es decir, a veces discutían, pero nunca escaló a una pelea fuerte. Enid siempre solía retroceder con rapidez, fue criada para someterse y era algo que salía naturalmente en ella. No le gustaban los conflictos, y menos si eran con un alfa. Peor aún, si eran con su mujer.

Tal vez, si tuviera que definir su vida, diría que era un poco aburrida. No pasaban demasiadas cosas emocionantes. Solía quedarse en casa gran parte del día, limpiando, ordenando o lavando ropa, esperando a que Mer llegara. Cuando la alfa regresaba, tenía la cena lista, comían, e iban a tener sexo. Incluso el sexo podía ser un poco aburrido, al menos para la rubia, que no lo disfrutaba particularmente. Al inicio sí, pero Merlina fue dejándose cada vez más, y a veces follaban hasta que la alfa quedaba satisfecha. Podía haber noches en las que Enid no tenía ningún orgasmo, pero la otra acababa, y las cosas terminaban allí.

No es como si la omega se lo reprochara o exigiera. No le gustaba exigir cosas, reclamar y protestar ese tipo de atención. Temía mucho enfadarla y que le abandonara. De alguna extraña forma, con el paso del tiempo, llegó a quererla. Puede que incluso la amara, no lo sabía bien, porque tampoco tenía con qué compararlo. Sin embargo, no sabía si era recíproco. Es decir, Merlina le decía que le quería, pero no más que eso, y por lo mismo le daba miedo arruinarlo. Si la alfa la dejaba, sus padres se enojarían con ella, además de que no sabía trabajar en algo como para valerse por sí misma, y estaba acostumbrada a esa vida que llevaba. Pudo haberle tocado peor, y no quería desestabilizar esa tranquilidad que ya había logrado.

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