bloom; wenclair

Capítulo 04

No le dijo del bebé porque no sabía cómo iba a tomárselo. No sabía si eso la haría feliz, porque Merlina ya no parecía interesada en ella.

La tensión seguía presente en ambas: apenas se hablaban y dirigían la mirada, no se tocaban ni salían a comer juntas. Enid dejó de visitarla en el trabajo y se la pasaba encerrada en casa, sin querer salir con nadie. Además, con la noticia del bebé en camino, su mundo pareció dar un vuelco completo.

Así pasaron varias semanas, en el que Enid no dijo nada sobre su embarazo. No es como si Merlina hubiera preguntado algo tampoco, y la omega tenía la tentación de sacarle en cara que era fértil, que podía dar a luz, que podía tener cachorros. Al final, sólo se callaba y dejaba que los días pasaran. Ni siquiera sabía cuánto tenía, porque no quería ir a visitar un ginecólogo. Necesitaría dinero para pagarlo, y no es como si Merlina no le diera dinero, pero tenía una tarjeta de crédito y los gastos siempre iban a la cuenta de la alfa.

Navidad sería pronto. Enid no sabía cómo sería ese año.

Lo que sí era seguro es que todos los años había una cena-fiesta en la empresa de Mer y tenía la obligación de ir. Iban todos los trabajadores con sus parejas, y sabía que, si faltaba, los rumores después serían mucho más horribles de lo que ya eran.

―¿Vas a ir? ―preguntó Merlina, cuando Enid se lo mencionó en la comida.

Enid no la miró.

―¿No quieres que vaya? ―preguntó con amabilidad―. Si es así...

―No he dicho eso ―se veía irritada, pero Enid no contestó―. No pensé que quisieras ir.

La omega removió su comida con el tenedor, sin demasiado apetito. Ahora, muchas cosas le provocaban náuseas y debía disimularlas para no llamar la atención.

―¿Pensabas llevar a otra persona? ―inquirió, usando todavía ese tono suave.

Merlina volvió a enojarse y se puso de pie, marchándose. Enid se puso a llorar, pero cubrió su rostro para no emitir ruido alguno. Con las hormonas alborotadas por el embarazo, el llanto salía con más facilidad y le costaba mucho reprimirlo.

El día de esa odiosa cena sería el veinte de diciembre, así que, mientras Addams se duchaba, Enid decidió ponerse un vestido que no usaba hacia mucho: era color crema, pero con unos extravagantes vuelos en la parte baja, más su abrigo negro y de tela fina. Le quedaba un poco apretado de la cintura, pero mientras se duchaba, tocó su vientre levemente hinchado. Pronto, tendría una gran panza que no podría ocultar bajo ninguna ropa. Ese pensamiento, sorprendentemente, le hizo sonreír.

Un bebé de Merlina y ella. A pesar de que las cosas estuvieran mal, Enid sabía que lo iba a querer mucho.

Sus uñas ya las tenía pintadas con un bonito diseño de gatitos, así que se aplicó un labial suave y desordenó su cabello en suaves ondas. Se veía linda, por lo que esperaba que no juzgaran su aspecto ese día.

Merlina salió del baño y le observó con aspecto crítico. Casi esperaba que la alfa le dijera que se veía ridícula, pero permaneció callada unos segundos.

―¿Dónde está el vestido gemelo? ―preguntó, y Enid supo enseguida a qué se refería: ellas compraron esos vestidos de pareja luego de que la omega se lo suplicara.

A diferencia del de Enis, que parecía más desordenado, el vestido de Merlina se veía mucho más cuidadoso, entero de negro y sin mucho detalle. Mientras Merlina se acomodaba el abrigo, Enid se acercó a arreglarle los tirantes de su vestido.

Se miraron un instante y parecieron llegar a un acuerdo silencioso con eso. Aquella noche, dejarían esa discusión de lado e iban a aparentar ser el estable matrimonio Addams. Puede que, para el final de la noche, todo quedara olvidado entre ellas.