Capítulo 3

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Agata

Un sermón de dos horas sobre conducción prudente fue lo que tuve que vivir esta mañana con papá. A veces lograba ser exageradamente sobreprotector, lo amo demasiado, pero tenerlo de copiloto es como jugar al bingo: «la bicicleta, el auto, el niño, ¡bingo!», seguro terminaría con un tic nervioso cortesía suya.

—Entonces, ya tienes medidas las dimensiones del auto, ¿cierto?

—Sí, papá, también recorrí mi asiento, ajusté los retrovisores, el tablero me indica que las bolsas de aire si funcionan, todos los sensores están correctos —respondí recargando mi cabeza sobre el asiento, escuché que soltó una pesada respiración, volví mi atención hacia él y noté una sonrisa nostálgica en su rostro.

—A veces olvido que ya eres una chica grande, ¿sabes?

—Siempre me tratas como a una niñita, me gusta, pero de vez en cuando deberías de dejar que me equivoque.

—Tienes razón, sin embargo, tu viejo padre es demasiado protector, no quiero que te lastimes.

—Si te sirve de algo, prometo que voy a cuidarme.

—De acuerdo. —Levantó su mano y acarició levemente mi mejilla—. Iré a decirle a tu madre que ya pueden ir de compras, cómo ya viste, no es la gran ciudad, pero hay tiendas que pueden visitar.

—Creo que aprovecharé para ir por unos nuevos audífonos a Radioshack.

—Buena elección.

—¿Tú qué harás hoy? —pregunté curiosa.

—Llevaré a tus hermanas al parque, creo que tienen planeado sacar a pasear al perro, ya sabes, debe tomar buena condición, es algo perezoso.

—Pá, se llama Spike —subrayé, él entornó los ojos, no le gustaba mucho ese perro que digamos, a pesar de que él fue quien se lo regaló a Amber.

—Lo sé. —Abrió la puerta para salir del auto—. Le avisaré a Annie que la estás esperando.

—Gracias, pá, te amo.

—Yo también te amo, hija —respondió y se encaminó hacia la casa.

Suspiré y miré por el parabrisas, el vecindario era un lugar bastante tranquilo, poco tráfico, algunas personas arreglando sus jardines, niños jugando disfrutando de lo que sería la última semana de vacaciones de verano, me sentía bastante nerviosa al respecto, ser la nueva en el instituto, sería el bicho raro.

Un escalofrío me recorrió de pies a cabeza, tuve un presentimiento y la sensación de estar siendo observada, bueno, ya me había ganado las miradas de algunos vecinos, quizás por el auto o era probable que supieran sobre el empleo de papá.

Miré por el retrovisor a un chico aproximándose, por un instante sentí un cosquilleo en la boca del estómago, era sexy. Su estatura oscilaba el metro con setenta y tantos, cuerpo atlético, su cabello castaño era una mata densa que a pesar de tener un estilo como recién levantado, se encontraba perfectamente peinado. Sobre una tersa piel blanca se salpicaban unas pocas pecas, la línea de la mandíbula afilada y los pómulos altos y elegantes, sin embargo, lo más inquietante era lo que había bajo esas espesas cejas castañas, unos deslumbrantes ojos color verde esmeralda.

Vestía ropa de chico malo, muy parecido al estilo grunge, con camisa a cuadros sobre una camiseta estampada, vaqueros desgastados y botas de combate, a sus espaldas llevaba un estuche, una guitarra.

Me mordí el labio y cuando miró en mi dirección, mis mejillas se arrebolaron. Arqueó una de sus cejas al notar mi presencia, levanté mi mano agitando mis dedos en una señal de saludo, él entornó los ojos y negó con su cabeza, claramente fastidiado.

Agata: Un amor mágico (Muestra) Disponible en Físico en AmazonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora