XIII. Rosas

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La razón por la que me quedé junto a mi padre hasta el último momento que fui capaz de soportar, fue porque tenía esperanza. Tenía la esperanza de que las cosas algún día fueran diferentes y él simplemente una mañana se convirtiera en el padre que yo tanto soñaba para mí. Muchos no podrían entender la importancia que tenía para mí ni la manera en la que dolía, e incluso algunas personas podrían verlo como algo tonto de mi parte, porque al final nunca fue mi padre en realidad, sólo el hombre que ayudó a traerme a este mundo pero nunca me amó como a un hijo, ¿Y por qué quedarse tanto tiempo atado a un lugar donde sólo te van a rechazar? Pero él se suponía que debía ser mi familia, él se suponía que debía entenderme. Se suponía que yo debía ser su niño. Se suponía que debía quererme sin importar qué, se suponía que debía responder mis dudas de por qué mamá no iba con nosotros a los viajes familiares, pero de una manera cuidadosa y paciente para que ese pequeño niño herido, que nunca sería su niño, porque él nunca sería su padre, no terminara de morir debido al dolor.

Por mucho tiempo me negué a rendirme, no pude aceptarlo. Pero entonces en aquella gasolinera, en ese mismo instante donde las palabras soy gay abandonaron mi boca frente a él por primera vez y la manera en la que sus facciones cambiaron, la manera en la que su mirada cambió. La forma en la que su cuerpo entero gritó rechazo hacia mí, me hizo finalmente rendirme. Rendirme con él sin ninguna vuelta atrás, se había acabado. Tuvo que haberse acabado desde antes, tuve que haberlo sabido desde hace mucho tiempo atrás. Las cosas con él y su familia nunca cambiarían, ¿Qué hacía ahí esperando algo que jamás llegaría? Yo necesité un padre y nunca estuvo ahí, esperar no cambiaría las cosas.

Nunca lo entendí, nunca entendí la razón por la que él no podía quererme de la manera en la que quería a Chenle. Entendía que era un error, entendía que no se suponía que existiera. Entendía que habría sido mejor para la vida de todos que mi madre decidiera no tenerme, sin embargo la decisión de ella había sido otra. Y si yo estaba ahí, si teníamos la misma sangre, si nos pertenecíamos de alguna manera... ¿Por qué él jamás me amó? No podía entender, no podía conectar los puntos que lo llevaban a estar tan jodidamente desinteresado en mí.

Pero ahora quizá lo veía, mirando al pasado un momento y repasando mis recuerdos una y otra vez. La manera en la que fui tratado por él, el golpe en la cabeza que me dio al creerle a Chenle que yo había roto en pedazos sus jarrones de cerámicas cuando había sido él, aquel golpe con su palma abierta que si en ese momento no fue nada, ahora dolía bastante. Años después de ese instante es que empezaba a dolerme, porque entonces también recordaba todo lo demás. La manera cruel en la que se refería a mi madre, lo menos que me hizo siempre. Lo sin valor que me hizo sentir, todos esos sentimientos de humillación e inferioridad. Todo ese odio, ese resentimiento, ese maldito dolor que ha vivido desde siempre. Todas esas cosas me hacían entender que si ese hombre jamás había sido mi padre, fue porque sencillamente nunca le dio la gana de serlo.

Aquel día Jaemin y yo nos fuimos a la parada de autobuses más cercana, preguntamos de persona y persona hasta que dimos con la dirección. Estábamos algo asustados de estar solos por ahí, pues era nuestra primera vez. Así que fuimos caminando con nuestros brazos enredados juntos en todo momento, yo aferrándome a él con fuerza y él a mí. Hablamos poco, nuevamente sumidos en ese silencio bastante cómodo entre los dos. El ambiente se sentía ligero y feliz. Todo estaba en calma, tan sereno. Parecía que una gran tormenta que llevaba tiempo jodiéndonos la vida acababa de marcharse para siempre.

Entre los dos compramos los boletos de autobús. Llamé a mi madre para contarle lo que había pasado y decirle que nos esperara a Jaemin y a mí, que estaríamos llegando probablemente en unas horas y estábamos algo hambrientos. Ella parecía llena de alegría al escuchar mi voz, insistiendo en que nos haría de cenar aunque yo le había dicho que compraríamos algo fuera para no molestarla. Fue un verdadero alivio escucharla y saber que ella estaría ahí cuando yo volviera a casa, fue un verdadero alivio finalmente darme cuenta de que no estaba solo. Ella estaba ahí y yo debía valorarla como se lo merecía, porque ella siempre había estado ahí. Y mi corazón se sentía tan bien de saberlo. Jamás tendría un padre, jamás lo tendría. Pero al menos mi madre estaba ahí. Así que feliz, con un nudo en la garganta y los ojos cristalizados, le dije: volveré a casa, mamá. Y pude saber que ella entendía que mis palabras tenían un significado más grande del que parecían tener.

If I was rose || JaemrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora