Julie y Wally suelen disfrutar de ver las estrellas por las noches.
Una noche, ambos decidieron ir al bosque donde Julie aseguraba que se veían mil veces mejor que en el vecindario. Ambos caminaron un poco hasta llegar a una pequeña colina no muy lejos del vecindario. Se echaron en la hierba de aquel sitio y contemplaron las estrellas que había esa noche.
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——— Wow... Julie, tenías razón, las estrellas se ven mil veces mejor aquí querida ———. comenzó Wally.
——— Te lo dije. ¿No son bonitas? ———. preguntó Julie mirando al cielo.
Wally le dedicó una mirada rápida a su novia, quien parecía estar concentrada en contemplar las estrellas.
——— Sí, lo son, pero ni todas las estrellas que hay en el cielo se compararían a tu belleza, mi preciosa Julie ———. respondió Wally tomando la mano de Julie con ternura.
Ante el comentario, Julie se sonrojó notablemente. Pese a ser su novio, a veces los comentarios y halagos de Wally la tomaban por sorpresa. Julie decidió acercarse un poco más a su pareja, posicionando su cabeza en el pecho del pintor.
Este, sorprendido y a su vez feliz, se inclinó un poco y acarició los cabellos de la chica rubia con gran ternura.
Ambos miraron nuevamente el precioso manto azulado cubierto de estrellas que resplandecían esa noche. No esperaban ver algo más bonito o inusual en aquella noche quieta. Por lo que para ellos fue una sorpresa cuando una lluvia de meteoros pasó ante su vista.
La monstruo arcoíris cambió de posición para sentarse mejor y observar aquel fenómeno tan hermoso.
——— En realidad, creo que es una lluvia de meteoritos querida ——— respondió Wally, sentándose junto a ella.
——— No seas ridículo, los meteoritos no son tan bonitos como esto, son estrellas fugaces. Mejor pidamos un deseo antes de que se vayan... ———. contestó Julie, mirando lo último que quedaba de aquella lluvia.
