Acto VI

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Aphelios se encontraba en su turno de vigilancia durante la noche. Sett decidió quedarse en la casa, o más bien en una cueva no muy lejana del pueblo. Ese era el hogar del morocho. Aphelios le había advertido estrictamente que no se acercara al pueblo, ya que sus habitantes eran temerosos y la apariencia de Sett solo causaría pánico y caos. Así lo había explicado Aphelios.

El pelirrojo se encontraba fuera de la cueva, cerca de un lago, pensando en darse un baño, aunque dudaba de hacerlo. El frío de esas montañas era notable, la altitud y el cambio de entorno no eran precisamente favorables.

A pesar del frío que azotaba las montañas y la incertidumbre que lo embargaba, el deseo de refrescarse y relajarse en las aguas del lago era irresistible para Sett. Con determinación, se quitó su chaleco y se acercó cautelosamente al borde del lago. El agua cristalina reflejaba alguna que otra nube, creando una atmósfera acogedora a su alrededor. Era inevitable pensar en su madre y lo abrumaba el no poder verla, la extrañaba.

Antes de sumergirse, miró a su alrededor para asegurarse de que no había nadie cerca. Sabía que era importante mantenerse oculto para no asustar a los habitantes del pueblo. Satisfecho de que estaba solo, se adentró con precaución en las gélidas aguas. El choque inicial de la temperatura lo hizo temblar, pero pronto se acostumbró al agua fría. Se sumergió por completo y se dejó llevar por la sensación de calma y tranquilidad. Las preocupaciones y el peso del mundo parecían disiparse con cada gota que tocaba su piel.

Mientras disfrutaba de su baño, Sett reflexionaba sobre su situación. Sabía que no se encontraba en algo favorable, solo eran posibilidades, era cuestión de probabilidades, no sabía si iba aparecer aquella cervatilla. Además, lo embriagaba la curiosidad el par de hermanos, le impresionaba la voluntad del morocho para tragar veneno, literalmente, solamente para obtener un poco más de poder. Hace unos días que habían hecho un trato; Sett obtenía información sobre El Caos y los hermanos buscaban formas de que se puedan comunicar sin el veneno.

Aun así, al morocho solo lo veía por las tardes. Se la pasaba haciendo vigilas para su pueblo, raramente lo veía dormir. Se marchaba a altas horas de la noche y volvía pasando el amanecer, o hasta a veces, más tarde.

Después de un tiempo, Sett salió del agua y volvió a colocarase cada pieza de ropa en su lugar. El viento fresco de la noche acariciaba su piel húmeda, pero ahora se sentía un tanto revitalizado.


– Creí haberte dicho que no salgas de la cueva –, susurró Aphelios con un tono suave y tranquilo mientras se asomaba entre los árboles.

– ¿Qué haces ahí, flacucho? ¿Espiando, tal vez? –, Sett esbozó una sonrisa despectiva.

Aphelios se preparó para protestar, realmente lo molestaba, pero decidió callarse y dar media vuelta para regresar a la cueva.

– ¿Acaso te avergonzaste, morocho? –, Sett soltó una pequeña risa burlona. – ¡Flacucho, no me dejes solo aquí!

El pelirrojo siguió a paso lento al que se estaba alejando, la fría brisa del atardecer acariciaba su rostro y el silencio del bosque parecía intensificar cada roce.


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El Orden y El Caos. // Settphel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora