Acto I

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Alune se encontraba en cuclillas, observaba las flores, acomodando sus cabellos detrás de la oreja gracias al viento que había. Pareciera estar buscando cuál flor recoger, luego de minutos, se asoma una sonrisa de alivio en su rostro al notar una en especial; una flor de seis pétalos enormes, como si trompeta fuere, totalmente blanca*. Era la que necesitaba para terminar sus estudios del día, tomó esta con sus manos pálidas y mientras se levantaba notó el rostro de alguien conocido detrás suyo.

– Aphelios, hermano... – mencionó con tranquilidad. Era un niño morocho, inexpresivo, se encontraba parado con brazos cruzados –. Pensé que estabas entrenando.

Ambos sabían que no eran hermanos, pero se trataban como tal, como el pueblo lo hacía, por su aparición dentro de este, sus apariencias parecidas y por el cariño que se tenían. Él tan solo sonrió deshaciendo su postura y dio un pequeño saludo con su cabeza. Aphelios era así, silencioso, para ser un niño, era extremo responsable y tenía a su hermana junto al pueblo como primeros objetivos a proteger.

– He juntado flores en la pradera por la tarde – Explicó la rubia - No tenias que venir a recogerme.

– No puedes estar tan lejos del pueblo – el muchacho por fin habló. – Seria peligroso si encuentras algún Solari – Su tono de voz iba bajando al decir nuevas palabras, como si no quisiera hablar de ello.

– Siempre te tendré para protegerme hermano, y siempre me tendrás para protegerte.


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– ¡Alune! – El grito era desgarrador, la nombrada volteó a mirarlo y notó que esta estaba completamente rodeada en lágrimas – Alune, por favor, ¡Toma a quien puedas y vete! ¡Busca a madre y padre! – Se podía notar el desgarro en sus palabras, se podía notar el temor en sus ojos. – ¡Salgan de aquí!

Aphelios volvió la vista al combate, derribando al oponente tan rápido como pudo para seguir con otros enemigos. Estaba agotado, se estaba quedando sin energía y sus movimientos se notaban más lentos. Las armas que llevaba consigo no eran las más adecuadas para lo que estaba sucediendo pero, ¿Por qué llevaría todo su armamento a una misa? Error.

Los estaban atacando, se encontraban en el Marus Omegnun* y el pueblo estaba reunido, se festejaba la fase del reino espiritual; los Solaris se infiltraron y atacaron sin pudor alguno. Su arma, una guadaña en forma de luna, se encontraba manchada de sangre, al igual que su ropa.
No era la primera vez que Aphelios mataba a alguien, pero nunca había estado en combates tan largos, nunca había peleado con tantos a la vez, nunca se había mezclado su sangre con la de otros en su traje.

Su rostro empezó a girar, observando a su alrededor. Sus esperanzas de victoria se reducían al igual que sus fuerzas; todo era caos. Observaba a familias escapar del lugar, huyendo por sus vidas. Solaris atacando a su gente, niños, jóvenes, ancianos, todo sin pudicia alguna. Gente que saludaba todos los días, niños con los que jugaba, sacerdotes, líderes, gente que juró proteger; su pueblo. Solo eran cuerpos inertes en el suelo.

El Orden y El Caos. // Settphel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora