-Gracias por hacernos partícipes de todo lo que pasaste en tu infancia, Irene. Puedes hablarnos de cómo viviste tú los días que estuviste allí. Tu propia experiencia, si quieres, claro. Y también, ¿Nos puedes decir cómo conociste al doctor De La Torre? - Vanesa necesitaba confirmar lo que ellos creían al haber leído el informe del psiquiatra.-Creo que ya sabéis cómo nos conocimos. Pero bueno, os lo diré. En el hospicio no se hacían conmigo. Soy una mujer con un elevado coeficiente intelectual como habréis podido comprobar, así que conforme fui creciendo, me revelé ante los abusos que sufrí en ese sitio. A mi corta edad, vi demasiadas cosas que no debí ver nunca. Y ya no es que viera, es que las viví en mi propia piel. Y eso te deja marcada para toda la vida. De hecho, ya me veis, podría haberme comido el mundo de haber tenido una infancia normal, con todas mis necesidades básicas cubiertas.
-Lo sabemos, Irene.
-Esos salvajes nos violaban, sodomizaban y nos hacían hacernos cosas atroces unos a otros. Muchos niños reflejamos el horror que vivimos en las paredes de nuestras habitaciones, como habéis podido comprobar. Yo no era como los demás, así que crecí siendo una rebelde. Por lo que terminaron por llevarme a ver al psiquiatra. Qué estúpidos fueron. Saben, en el único sitio donde me sentía segura era con Carlos, en su consulta. Yo era una cría, pero demasiado madura para mi edad, y él ya era todo un hombre. Me llamó la atención nada más lo vi. Y se ve que yo también a él. Era un hombre como a mí me gustaban, con una inteligencia a la altura de la mía, no me valía cualquiera. Y para colmo me entendía. No podía pedir más. Conforme avanzaban las visitas al psiquiatra, íbamos cogiendo ambos más confianza. Con él sí me abrí y le conté todo. Entonces Carlos me dijo que podría irme a vivir con él si yo quería. Me quedaban unos meses para cumplir la mayoría de edad. Él me dijo que los iba a amenazar con denunciarlos si no me dejaban irme con él. Ellos cedieron sin ninguna objeción. Total, tampoco perdían mucho yéndome de allí. Yo era una más, un miserable número, aunque de las que se quejaban por todo, eso sí, por lo que encima salían ganando. Entonces ganamos todos.
-¿Con Carlos te fue bien, entonces?
-Sí, él fue mi salvador. Le debo tanto…Por ejemplo, gracias a él soy médica. Estudié medicina por él, además me pagó los estudios, aunque no ejercí. En casa entraba mucho dinero, y Carlos además tenía viviendas alquiladas, por lo que teníamos buenos ingresos. Yo lo veía como a un Dios. Conmigo siempre fue bueno. Se preocupó de que yo me formara y tuviera buena vida. En definitiva, él me ayudó a salir de toda esa mierda.
-Bueno, en realidad te sacó de ese tipo de abusos, pero luego te introdujo en otro mundo lleno de abusos y violaciones. Tú estabas al tanto de lo que él hacía con Álvaro.
-Sí, es verdad. Al final terminé por normalizar lo que viví allí. Y yo misma me volví como mis maltratadores. Sí, yo conocía la vida paralela que llevaba Carlos junto con Álvaro. Y cuándo los pillasteis, y encarcelasteis a Carlos, supe que debía seguir con su legado. Pero de otra manera más sutil y no tan violenta. Al final yo no podía con la violencia, pero sí disfruto quitando la vida a mujeres que pienso que lo pueden tener todo y por ser lesbianas echan sus vidas a perder. No puedo con eso, ¿Quién se creen ellas para malgastar sus vidas así?
Vanesa prefirió pasar por alto lo que acababa de decir sobre la homosexualidad. A esas alturas sabía perfectamente que Irene era homófoba. Debía seguir indagando en el pasado de esa complicada mujer.
-Entonces decidí centrarme en las mujeres lesbianas. Además, tengo que reconocer que ayudó que tú, inspectora Ramírez, fueras lesbiana. Mataba dos pájaros de un tiro. Cuando detuvisteis a Carlos, supe que iba a ir a por ti y te haría la vida un infierno - Vanesa ni se inmutó. Se limitó a escuchar a Irene con mucha atención. Sabía que la mujer tendría en cuenta cualquier reacción corporal que tuviera delante de ella, por lo que se contuvo y se abstuvo incluso de mover un solo dedo - bueno, reconocerás que este tiempo te he hecho la vida más entretenida, por lo menos te he dado trabajo - le dijo Irene a la inspectora maliciosamente - yo sí me he divertido a tu costa.
-Me consta que lo has hecho. Si te parece, háblame de Mónica. Vamos avanzando.
-La veterinaria. Bien, la conocí por ahí. Fue fácil hacerme con ella. Era una mujer atractiva e inteligente. Algo desconfiada pero muy necesitada afectivamente. Tenía buena conversación, tanto como tu querida forense. Eso sí, me tuve que ganar su confianza, pero en un par de noches me la gané. Yo ya tenía claro la tipología de la víctima a la que iba a acechar. Entonces salí por la zona de ambiente. A Mónica la conocí una noche, conseguí emborracharla y al día siguiente quedamos. Pasó lo mismo, bebió más de la cuenta, por lo que terminé acompañándola a su casa y estando ella como estaba, fue todo muy fácil.
-Ya vemos. Le administraste una dosis letal de epinefrina. ¿Cómo la conseguiste?
-¿No sabéis cómo lo hice? Vamos Ramírez…
-Necesitamos que tú nos lo digas, Irene y no basarnos en meras especulaciones.
-Entiendo. No lo conseguí por Carlos, como debéis de pensar. Él trabajando en un hospital podía acceder a los medicamentos. Pero…No podía ser tan obvia. Tenemos más amigos sanitarios, así que se lo pedí como favor a una amiga mía que trabajaba en la farmacia del hospital. No quise que pudiérais relacionar a Carlos con le epinefrina. Además, él ya estaba encarcelado - Vanesa miraba a Irene sin parpadear, al igual que García. Esa mujer les estaba contando cómo había pasado todo sin tener que emplearse los inspectores a fondo. De hecho, con la inteligencia de la mujer, los policías tenían algo de miedo de que Irene se cerrara en banda. Y para su sorpresa, eso no ocurrió.
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Malasaña II (Continuación)
Mistério / SuspenseContinuación de Ángel o Demonio, Malasaña II.