Childe lo consigue.

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El día comienza con su hermano menor Teucer brincando a su cama y despertándolo a las siete de la mañana, a pesar de ser vacaciones. Con zarandeos y gritos logra sacarlo de su cama, con solo salir de su habitación es bombardeado por sus otros dos hermanos menores que le toman de los brazos y lo obligan a bajar al comedor, lleno de palabras de felicitaciones y gritos de emoción.

Finalmente, su cumpleaños ha llegado.

Su madre le preparó su desayuno favorito como celebración, acompañado de una pequeña tarta preparada por ella misma. Childe adoraba esta receta, por más que ha tratado de persuadir a su madre, ella no accede a darle esta receta, no hasta que llegue el momento adecuado. Quiere creer que, ahora que ha cumplido la mayoría de edad, quizá ese momento no demore en llegar.

Mayor de edad... hoy está cumpliendo veinte años. Tan solo esa idea provoca una retorcida sonrisa en su rostro durante aquella mañana.

Al finalizar con este animado desayuno y luego de recibir los presentes de sus hermanos, Childe sube para vestirse y prepararse, ya que había acordado que saldría con sus amigos y, más tarde, tenía cierto compromiso.

Así que trató de elegir bien su ropa, eligiendo unos jeans rasgados en color negro, una camiseta blanca y por encima una camisa desabotonada en color azul. Agregó algunos accesorios más (como su pendiente favorito, una gargantilla y un par de anillos)

Una vez listo se dirigió a la salida de su hogar, se despidió de sus hermanos y padres, avisando que se quedaría en casa de un amigo. Sin más preámbulo se dirigió a su primer destino.

La salida con sus amigos había sido un evento casi obligatorio. Habían mencionado sobre aprovechar su cumpleaños y la temporada de vacaciones para salir, al ser el menor de los tres y ser el último que alcanzaba la mayoría de edad, Kaeya no le permitió negar la invitación.

Aun si disfrutaba de su compañía, este día estaba siendo ridículamente eterno.

Los minutos transcurrían lento. Constantemente revisaba la hora en su teléfono celular, solo para amargarse con la noticia de que habían pasado tan solos dos minutos desde la última vez que había revisado.

No importaba si centraba su atención en el juego de billar que se estaba dando. Ni siquiera la conversación de Thoma sobre los hermanos Kamisato que traía a Kaeya estallando en risas. Tampoco las bebidas que se sentían insípidas. No había algo que pudiera calmar está ansiedad que ha estado quemándolo durante meses.

Kaeya se burló de su impaciencia y él no estaba de humor para negarlo. Si bien, a ninguno de los dos les contó sobre su tragedia, Kaeya podía hacerse una idea de lo que había estado pasando y porque se debía su ansiedad.

Así que, en cuerdo mutuo con Thoma, decidieron retenerlo lo menos posible. Pasaron un buen rato entre amigos, le dieron obsequios a Childe, donde cordialmente Kaeya los guardaría en casa ya que supuso que podrían estorbar al pelirrojo más tarde. Lo llenaron de palabras de felicitación y fuertes palmadas en la espalda.

De esa forma su eterna tarde había finalizado. Al dar las dieciocho horas, Childe se despidió de sus amigos, pues ahora tenía otro destino que atender.

Sus piernas se movieron casi en automático hacia su destino. Por más que trotaba, sentía que el piso se hundía en sus pies, impidiendo que avanzada rápido. La espera comenzaba a ser terrible, lo peor de todo es que aún debía de seguir esperando.

En menos de veinte minutos había llegado a su lugar de reunión, encontrando a su amante que lucía estúpidamente atractivo como de costumbre. Esperaba sentado en una banca, con arbustos a su alrededor mientras revisaba lo que parecía ser una lectura en su teléfono.

Sé paciente,  Ajax.「 Zhongchi 」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora