1. META

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Siempre me gustaron las palabras "raras", título que se utiliza comúnmente para designar lo que no entendemos o no entra dentro de nuestra normalidad. 

Me encanta la capacidad que tienen algunas de estas palabras, para encerrar tanto significado. Llegan, incluso, a adquirir fuerza, poder e incluso consiguen infligir miedo... Era inevitable no sentirme identificada con ellas. 

No se en que momento me percate de que algo no andaba bien en mi, seguramente por la forma en que me aislé desde pequeña o compartía mi vida con gente que me quería mucho, pude evitar darme cuenta de que no andaba dentro de la "normalidad". 

Pero ¿Qué es normalidad en los tiempos que estamos viviendo?

Lo tenía claro, un ser que no fuera como yo. 

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Nací un 30 de Octubre de 1995. 

Algo esperado por mis padres primerizos, algo muy deseado por la cabeza de familia, mi antecesora, mi abuela. 

Los nacimientos son acontecimientos que, casi siempre, traen alegría, fiesta, "buenas nuevas" (buenas noticias), pero en mi familia, significo mucho más. Con mi primera respiración vino el final del crecimiento natural del vínculo familiar, yo era la última nieta; y también se cumplía, sin quererlo, y en un profundo secretismo, una profecía. 

El 30 de Octubre es un día común, de un mes común, para la mayoría de personas comunes del planeta. Pero si reparas en los pequeños detalles, si indagas un poco, el 30 de Octubre es un día de un mes perseguido por la desgracia. 

Los 30 de Octubre se han llenado de tratados de "paz", de penas de muerte, de enfrentamientos...Seguramente sea quedarse en lo más negativo de la Historia, pero mi abuela decía, que estos sucesos, el propio dolor, era lo que nos unía con nuestro pasado. Que el amor era lo que se había usado, comercializado, para poder creer que podemos estar unidos antes las adversidades. Pero para ella eso era mentira, el sufrimiento, la venganza, la tristeza...el dolor del alma, bien canalizado, era lo que creaba una verdadera conexión, el entendimiento, y por ende, el amor. Todo bebía del dolor.

Y ese dolor nació un 30 de Octubre en mi familia, porque un 30 de Octubre nació mi abuela. Un 30 de Octubre nació mi bisabuela. Un 30 de Octubre nació mi tatarabuela...Y así, ocho generaciones de una repetición nada anómala si no te paras un segundo a ver, no a mirar, con atención. 

El 30 de Octubre de 1678 nacía mi octava abuela, como decía mi antepasada. Su madre, María, lo había sentido en las entrañas, habían acabado con ella. No sabía como, solo noto que por unas horas su ser no entraba en contacto con la tierra y lo presintió. Años más tardé se enteraría que la ahorcaron, que a su hermana menor la asesinaron, por mujer, por conocer, por saber, por entender, y sobre todo, por querer curar. 

Ese presentimiento, porque es difícil explicar que María lo sabía perfectamente, a pesar de estar a km de distancia, separado por un Océano, que su hermana estaba muerta, le provocó el parto. El dolor de las contracciones, de los huesos de su endeble cuerpo, de la muerte de su único familiar vivo, le sirvieron para canalizar toda su energía, y no sabía si eran las alucinaciones de la hoja de coca que le dio su marido lo que provocó la visión que tenía a su lado, cogiéndola de la mano, pero sabía que quería quedarse a vivir en ese momento.  

La hoja de coca no provocaba alucinaciones, ella lo sabía bien, la había tomado desde pequeña para restaurarle la energía perdida tras los trances a los que le inducía obligatoriamente su madre. Pero ahí estaba su hermana, ahora si que sabía con certeza que estaba muerta. No podía creer como la acariciaba, como notaba su calor, pero aun así, nadie de su alrededor, ni la partera, ni su marido, ni su cuñada, se percataban más que ella, de su presencia. 

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