Una de las mariposas más bellas es una de las más mortales. Las mariposas Monarca se alimentan de un veneno durante su etapa larvaria, por lo que cuando un depredador las come, aunque sea el intento, quedan envenenados y mueren.
2011
La adolescencia es dura, siempre, pero en mi caso fue más "intensa". Además del proceso de aceptación de mi identidad, aspecto, gustos... tenía que vivir con el pequeño detalle de mi involuntario poder.
Cuando fui creciendo me di cuenta de que los sueños comenzaron a aumentar. Mi abuela y yo no entendíamos el porqué, ni el cuándo, ni el cómo. Ella me dijo que con el tiempo todo se iría resolviendo pero yo no podía vivir con esa tranquilidad tan típica de ella, yo ya no podía más. Sentía que hasta que no supiese todo, absolutamente todo sobre mi poder, no podría tener un vida normal. Tenía solo 15 años y ya sentía que no encajaría nunca (además de una gran cantidad de ansiedad).
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Juro que intentaba fijarme en que podía desatar los sueños. En uno de esos días en los que comencé a experimentar, decidí que podía ser la visión, el mirada con mirada. Así que, sin pensar en que sería una verdadera estupidez ir sin mirar a nadie a los ojos, que podría tener un accidente, me choque con un hombre.
Al día siguiente lo supe, era el tacto, al chocar caí al suelo y el susodicho hombre me dio la mano para ayudarme a levantarme, provocando que apareciese en mis sueños (o mejor dicho, yo en los suyos). Por un lado, sentí un alivio abismal, parecía que había rejuvenecido, esto podía manejarlo. Y por otro lado, sabía a quien comprar un arma si alguna vez lo necesitaba (ese hombre era un traficante a pequeña escalas de armas semiautomáticas y escopetas de caza descatalogadas).
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Mi madre nunca entendió muy bien mi forma de ser, ni mis decisiones, pero habiendo tenido a mi abuela como su madre, sabía perfectamente que no debía preguntar, así que cuando le pedí que me comprase guantes de diferentes colores, finos, para el día a día, no dijo nada, simplemente lo hizo y me dio todo su apoyo (en lo que respecta a mi poder, mi abuela decidió contarle lo mínimo, para protegerla, aunque yo nunca estuve de acuerdo).
En el instituto no me pusieron problemas, sobre todo cuando encontraron un papel firmado por mis padres exponiendo una supuesta enfermedad congénita en mi piel. La única vez que me quitaba los guantes era para escribir, ni con mis amigos me los quitaba, los tres que tenía, al fin y al cabo, me parecía mal adentrarme en sus mentes. Ellos sabían que yo no tenía ninguna enfermedad en la piel, por lo que, en los primeros días con mis guantes, hubo un extenso debate, aunque todo se resumía en que: o estaba desarrollando un supuesto TOC, o me estaba pasando con creerme Sherlock Holmes.
Podían tener un poco de razón con lo de creerme Sherlock, y es que era imposible no querer desentrañar ciertos aspectos de mis sueños. Algunas veces veía simplemente escenas del pasado, antiguos amantes, familiares ya fallecidos, atardeceres ya antes admirados... Esos eran los sueños que más me gustaban, en ellos podía descansar, aunque no fueran míos. Cuando despertaba no podía evitar buscar las mentes, las personas, en las que me había adentrado, ponerles una cara. Era muy difícil, la mayoría de veces aparecían los rostros en un reflejo (agua, espejo, cristal...), en los ojos de los que los miraban o muchos más jóvenes, pero eso hacía el reto mucho más emocionante.
Creo que fue en ese momento en el que decidí comprarme un diario y comenzar a apuntar todo. Al principio, quería crear una biografía póstuma y descubrir el pastel, TENGO PODERES (y en letra muy pequeña) y es muy jodido. Después, fue como una terapia para mi, aun no podía ir a ningún psicólogo, no sabría como abrirme, como contar sin decir demasiado, así que ahí se quedaban mis sueños, como forma de eternizarlos y no perderlos jamás (ya que estaba obligada a tenerlos, me veía con suficiente derecho de retenerlos).
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METANOIA
Mystery / ThrillerMe miraba al espejo, y lo sentía... A pesar de que podía verme, hubo un momento, un parpadeo, en el que no me reconocí. Un fragmento de segundo en el que confundida, no reconocí esos ojos, esas pecas, esa sonrisa burlona, a pesar de que siempre las...