A todas mis almohadas, por muy ridículo que eso sea. Y a todos los trabajadores, que son como invisibles, que día a día se dejan sus manos confeccionando telas baratas.
A ellas por todas las noches que me han escuchado.
A la de mi casa, por los días de 40 grados en los que era imposible dormir. Por dejarme reflexionar.
A la del campamento, que aún siendo duras como piedras, me han hecho sentir lo más cómoda posible. Gracias por protegerme del ruido infernal y por ser un asiento tan maravilloso.
A la de la playa, que escuchó mis exagerados pensamientos sobre el curso.
Y a la nube. Porque cada vez que tenía una pesadilla podía abrazarte.
A las almohadas porque cuando tenía miedo ha hablar siempre estaban ellas.
Y porque en parte, mis historias surgen en mitad de la noche.
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La oscura verdad
Randomuna serie de relatos cortos para reflexionar sobre el mundo que nos rodea. Y en especial sobre todas las dudas que atormentan a una adolescente cualquiera.