Parte 4

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Siguiendo las acciones del moreno, Volkov descendió del caballo comenzando a caminar hacia las ovejas, separarlas una por una no era un trabajo que le entusiasmara, sin embargo, era lo que debía hacerse.

Les tomó al menos unas cinco horas lograr separar los rebaños, las marcas que habían realizado para poder distinguirlas se habían borrado con la tormenta y el riesgo de intercambiar las razas era alto, aquello poco le importaba, a decir verdad, con que el número de ovejas coincidiera con las que debían tener les bastaba.

Cuando Volkov volvió la mañana siguiente al campamento, como era su costumbre después de pasarse toda la noche en la cima de la montaña, vio a Horacio levantando la carpa, aquello le parecía extraño pues aún les quedaba un mes para mantenerse allí.

- ¿Qué haces? – fue lo primero que dijo en cuanto llegó a él.

- Jackson vino, quiere que las bajemos.

Aquellas palabras enseguida pusieron en alerta a Volkov.

- ¿Por qué? Aún es pronto, nos queda un mes, eso no está bien – su tono de voz estaba más alto que de costumbre.

- Volkov, si te falta dinero yo puedo prestártelo. Te lo daré en cuanto lleguemos abajo.

Volkov sintió de pronto una vergüenza tremenda por aquella proposición de prestarle dinero por parte de Horacio, incluso mucho más que lo generado por sus continuos encuentros pasionales.

- No necesito de tu limosna – soltó en un lapsus de enojo – sabes que no estoy en la calle.

- Bien – se limitó a responder el contrario, sabiendo que cualquier otra palabra sería tomada por Volkov como una invitación hacia la discusión y se negaba a seguirle la corriente hacia ello.

Le vio alejarse nuevamente mientras él terminaba de recoger lo que debían bajar, decidió no molestarle por el momento, no estaba del todo seguro sobre el motivo de su molestia.

Cuando llegó el momento de irse, Horacio tomó el lazo que tenía en la montura del caballo y se dirigió a Volkov, que se había mantenido observando las montañas y pensando.

La perspectiva de irse un mes antes de lo previsto, aunque no cobrara el dinero que en un principio se le había indicado, debía alegrarle, después de todo, habían sido meses en lo alto de aquellas montañas sin ver a su prometida, sin embargo, no era lo que estaba sucediendo. No lograba discernir si lo que sentía era remordimiento por volver a un lugar donde, si debía ser sincero, nunca se había sentido a gusto, o si este venía acarreado de lo que había estado sucediendo justo allí, siendo solo el inmenso cielo testigo de sus encuentros carnales.

Estaba frustrado, hasta ese momento no pensó en el regreso, simplemente se dejaba llevar por la satisfacción que le brindaba la compañía de Horacio, pero en cuanto descendieran por esa montaña, aquella complicidad que habían generado debía desaparecer, no solo porque él tenía una prometida con la cual debía volver, sino porque el mundo no estaba preparado para tales actos. En un mundo donde imperaba lo masculino, no podían permitirse mostrarse, era consciente de ello, nada bueno saldría si desafiaban lo que la sociedad consideraba una aberración.

- Es hora de irnos vaquero – la voz de Horacio y el lazo que sintió caer sobre él le hicieron llevar sus ojos al susodicho.

Culpar a Horacio por todos los pensamientos en los cuales estaba sumergida su mente, por todas las emociones que este le generaba, quizás no era la mejor opción, pero era la más viable para lidiar con ello.

Sin ánimos, se incorporó comenzando a caminar, pero antes de que pudiera avanzar algunos metros cayó al piso, sujeto nuevamente con el lazo empleado por el moreno.

El que Horacio se mostrar tranquilo, sin que aquello le afectara en lo mas mínimo generó en Volkov mas furia de la que hasta ese momento había sentido. Sin pretenderlo, se enfrascaron en un tire y afloja hasta que sintió un gran dolor en su nariz, producto de un golpe por parte del contrario. Llevó su mano hacia está sintiendo el liquido espeso, la sangre continuaba cayendo cuando Horacio se acercó a él.

- Volkov, oye, ¿estás bien? – cuestionó preocupado antes de sentir el golpe en su mejilla, el cual hizo que cayera al piso.

Bajaron la montaña en silencio, la tensión estaba allí pero ninguno de los dos emitió palabra para que esta se aligerara, simplemente se dedicaron a controlar las ovejas hasta llegar a los grandes camiones que esperaban para trasladarlas hacia una estancia.

- Estas ovejas no son de las nuestras – habló Jackson mientras ellos observaban apoyados en un barandal – y son menos de las que habían – reclamó – ustedes no sirven para nada.

Ambos se mantuvieron callados sabiendo que decir algo era inútil, pues el hombre tenía razón.

Una vez finalizado el trabajo ya no tenían más nada que hacer allí, sabían que el separarse era inminente, Horacio había intentado no pensar en ello, como cada vez que volvía a la cotidianidad, su verdadero ser debía ser ocultado. Pero aún albergaba esperanzas, y fueron estas las que le hicieron hablar.

- ¿Te encontraré aquí en el verano?

- No lo creo – respondió Volkov – como te dije Sloan y yo vamos a casarnos.

Aquellas palabras acentuaron el vacío que sentía Horacio, por un momento se había permitido ignorar ese detalle. En lo alto de la montaña, donde solo ellos dos estaban, fue fácil hacer de cuenta que no había nadie más, olvidándose de los compromisos que el contrario le había comentado.

Nuevamente la realidad le golpeo de la peor manera y sin permitirle reclamar por ello.

- Así que – continuó sin percatarse de la brecha que había generado en el corazón contrario – trataré de encontrar trabajo en algún rancho. ¿y tú?

- Ayudaré a mi padre en el invierno y es probable que regrese, si el ejército no me atrapa – pronunció, mirando probablemente por última vez aquellos ojos grises intensos.

- Entonces nos veremos por ahí.

- Si.

Ambos sabían que no sería así, que sus caminos a partir de ese momento se separarían y que a no ser que alguno de los dos moviera sus fichas, sus vidas se mantendrían separadas, como antes de coincidir en aquella montaña. 

Secreto en la montaña - VolkacioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora