Parte 6

98 6 0
                                    


La postal era directa, unas simples frases que anunciaban su pronta llegada, como si no hubiesen estado años separados, como si fuesen amigos de toda la vida. Volkov no estaba seguro de cómo tomarse aquello, por un lado, los sentimientos que habían permanecido ocultos resurgían, amenazando con ahogarle, y por el otro, estaba en alerta, porque su llegada supondría un peligro latente a su vida actual.

- ¿Le conoces? – La voz de Sloan, quien se encontraba casi a su lado, rompió el hilo de sus pensamientos.

- Es un antiguo compañero de pesca – mintió, saliendo rápidamente de allí.

Durante el camino hacia el correo, Volkov sopesó si aceptar la llegada de Horacio o decirle que definitivamente no se le ocurriera visitarle. Era una lucha contra sí mismo que estaba a punto de perder.

Los días transcurrían con lentitud, Volkov estaba nervioso, mantener una mentira no era cómodo, no estaba acostumbrado a ello y la expectativa de que Horacio se presentara allí, era demasiada para soportarla con tranquilidad.

El sonido de un vehículo acercándose fue todo lo que necesito para saber que él estaba allí, de un momento a otro su pulso se disparó y la sonrisa al verlo afloró en su rostro.

- Horacio Pérez – gritó en cuanto salió para recibirlo.

La añoranza de ambos se reflejó en el intenso abrazo que se dieron, pero aquello no era suficiente, en cuanto sus ojos se cruzaron, Volkov supo que todo intento por resistirse era en vano, que los años separados simplemente habían incrementado los sentimientos de uno por el otro.

El más alto observó su alrededor para asegurarse de que nadie estaba allí prestándoles atención, hizo que Horacio retrocediera unos pasos hasta que su espalda estuvo apoyada en una de las paredes de la vivienda contigua a la suya, y le besó con intensidad.

Sus labios se movían con necesidad, sus lenguas se tranzaban en un juego majestuoso donde ambos luchaban por estar más cerca, por sentirse, por retribuir todos aquellos años separados. Nada existía salvo ellos.

Aquella intimidad que se habían procurado en un pequeño rincón debía romperse para volver a la realidad, una en la que Volkov tenía esposa, por lo que alejándose, pero sin dejar de mirar a Horacio, ingresó a su casa junto con este.

Engañar a su esposa de esa manera no estaba bien, era consciente de ello, pero se sentía tan extasiado que aquello era una simple espina, una molestia que podía ignorarse por el momento.

Esa noche terminaron en un hotel, dando rienda suelta a una pasión desenfrenada, sintiendo sus pieles, saciando su sed luego de caminar cuatro largos años en el desierto.

- Cuatro años – susurró Horacio con la cabeza apoyada en el pecho de Volkov – mucho tiempo.

Ambos se encontraban desnudos y abrazados sobre la cama, ya saciados de la necesidad inicial de sentirse de forma carnal, acariciándose entre abrazos.

- Dudé en volver a verte – se sinceró Volkov, dándole una calada al cigarrillo que tenía en su mano.

- El verano siguiente volví, hablé con Jackson y me dijo que no habías ido así que me marché, luego fui a rodeos, así conocí a Beck – le contó – juro que pensé que esto no volvería a pasar – expresó – lo esperaba con ansias antes de llegar aquí ¿y tú?

- ¿Yo? No lo sé.

No quería decirle a Horacio que había ansiado aquel momento tanto como él, decirle eso no cambiaría mucho su situación, a pesar de encontrarse allí, uno en brazos del otro, no podían cambiar sus vidas, el lo sabía, y estaba seguro que Horacio también, sin embargo, parecía querer ignorarlo.

- ¿Qué haremos ahora?

- No podemos hacer nada, tenemos las manos vacías.

Aquella afirmación, la cual se negaba a aceptar del todo, serviría para que ambos no se desviasen del camino premeditado para ellos, donde tenían esposas que los esperaban en sus casas.

- Qué tal si... - dudó, aquella idea le había pasado por la mente de forma fugaz, no quería que Volkov nuevamente se asustara, pero debía apostarlo todo, o nunca sabría si podría ganar – ¿qué tal si nos vamos unos días a las montañas?

- ¿Cómo dices?

- Que nos vayamos unos días a las montañas, tú y yo, lejos de todos – como vio que Volkov dudaba agregó – iremos a pescar, nadie podría darse cuenta, no quiero que pasen otros cuatro años antes de que nos volvamos a ver.

Convencer a su esposa no fue tarea fácil, pero lo logró, pronto se vio inmerso en la carretera y más feliz de lo que había estado en mucho tiempo.

En las montañas, al lado de un lago, se dedicaron a rememorar los viejos tiempos, siendo ocultados por la naturaleza, recuperaron el tiempo perdido.

- ¿Sabes? Podríamos estar así juntos siempre.

Desde su reencuentro Horacio sabia que aquel vacío que estuvo alojado en su pecho tantos años se debía a la falta de Volkov, su esperanza, aquella que había sido mancillada años atrás, volvía a estar presente con mayor intensidad tras confirmar que Volkov sentía lo mismo que él.

Era consciente de que su propuesta no era nada fácil, sin embargo, estaba dispuesto a asumir el riesgo, no así su acompañante.

- ¿Sí? ¿cómo lo sabes?

- Podríamos tener un rancho en algún lago, sería fantástico.

- No – La respuesta de Volkov era tajante - eso no va a suceder. Sabes que tienes una esposa y...y yo tengo mi vida con Sloan.

Aquella respuesta no era lo que Horacio esperaba, que le recordase su vida, una en la que ninguno de los dos era feliz, le hizo arremeter contra quien no podía defenderse.

- ¿Lo tuyo con Sloan es vida? – soltó.

- No la metas en esto, sabes que no tiene la culpa –la defendió Volkov, si debía haber algún culpable él lo era, y no podía sentirse peor por serlo, porque por el afán de querer engañarse a sí mismo la había terminando arrastrando a ella – el problema es que si nos sorprenden en un mal momento y en un mal lugar estamos muertos.

Sus palabras adquirieron tal seriedad que Horacio se mantuvo en silencio, lo que Volkov decía no distaba mucho de la realidad que conocía, tenía razón, la crueldad humana era algo que no podían evadir. 

Secreto en la montaña - VolkacioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora