24. Andrew

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Iba a morir

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Iba a morir. Pero no porque un asesino me estuviese persiguiendo, no. Iba a morir de placer si no me apartaba del cuerpo de Abril. Fuck, era perfecta. Tenía los ojos brillantes, las mejillas sonrojadas y una sonrisa que habría hecho feliz hasta a un muerto. Ella seguía teniendo mis caderas atrapadas entre sus piernas pero nuestros cuerpos ya no estaban tan pegados, ya no podía sentirla bajo mi cuerpo y lo agradecía porque la tensión que sentía en mis pantalones cada vez era peor.

Abril seguía acariciándome el cabello mientras que yo recorría su rostro con mis labios dejándole un rastro de suaves besos. Cuando vi la peca que tenía en el pómulo no pude evitar darle millones de pequeños besos que la hicieron reír. Esa peca me volvía loco, de hecho, toda ella me volvía loco.

—Estás obsesionado con mi peca —rio ella—. Me la vas a borrar como sigas babeándola.

Levanté la cabeza y la miré con el ceño fruncido.

—Yo no babeo.

—Sí lo haces, me has dejado todo el pómulo babeado.

Enarqué una ceja y bajé mis manos hacia sus caderas, amenazándola con la mirada.

—Retíralo o volverás a sufrir.

—Andrew pórtate bien.

Quiso agarrarme de las muñecas pero fui más rápido y empecé a atacar sus costillas, empezó a reírse a carcajadas mientras que sus mejillas se volvían a teñir de un rojo muy oscuro. Se retorcía bajo mi cuerpo, riéndose, dando patadas al aire y suplicando clemencia, pero me gustaba demasiado torturarla con cosquillas, así que no paré. Se movía como una loca, no había manera de mantenerla quieta, así que de un momento a otro los dos nos caímos de la cama y estallamos a carcajadas.

—Me has roto la espalda —me quejé entre risas.

—Es culpa tuya por torturarme así.

Iba a decir algo más pero se calló cuando escuchó unos golpes en la puerta.

—¿Abril? —mierda, era Miriam —. ¿Estás bien? He escuchado un golpe muy fuerte en la habitación.

Abril tenía los ojos tan abiertos que parecía que se le iban a salir de las órbitas.

—¡Estoy bien! —gritó mientras me colocaba una mano en la boca para que no dijera nada—. ¡No te preocupes!

—Vale... oye, ¿puedo pasar? Podríamos cenar juntas.

Mierda. Abril parecía pensar lo mismo: MIERDA.

—¡No! Quiero decir... no me encuentro muy bien y prefiero estar sola.

El silencio detrás de la puerta pareció durar horas y nosotros estábamos más tensos que el tanga de un rinoceronte.

—Sola. Ya. —La escuchamos suspirar detrás de la puerta—. Pues hasta mañana, que descanses.

Siempre nos quedará Londres #1  #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora