«Solo somos dos almas rotas destinadas a encontrarse».
Abril solo tiene clara una cosa en su vida: no quiere saber nada de chicos.
Pero el destino le tiene preparada una sorpresa cuando decide hacer un viaje a Londres junto a su inseparable amiga...
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Maldito cobarde y mentiroso.
—Andrew O'Connell te odio con todo mi ser.
Miré la fotografía que tenía abierta en el móvil, salíamos los dos sonriéndole a la cámara y por detrás se podía distinguir el Big Ben. Estuve a punto de borrarla, total, él ya me había borrado de su vida bloqueándome en todas partes, pero no me vi capaz. Cerré el móvil y volví a maldecir al maldito Andrew en voz alta.
Ya habían pasado dos semanas desde que habíamos vuelto a Barcelona y seguía echando de menos Londres, lo echaba de menos todo menos a Andrew. Mentira, sí que lo echaba de menos y me daba muchísima rabia porque tenía el convencimiento de que él ya me había olvidado.
Estábamos a principios de septiembre, así que aún hacía mucho calor en Barcelona y como no empezábamos las clases hasta octubre aprovechábamos para ir a la playa, algo que a mí me hartaba ya que mis amigas parecía que jamás se cansaban de tumbarse al sol durante horas. Al final un día conseguí no ir a la playa y en cambio nos quedamos en la terraza de un bar cerca del paseo marítimo, era como ir a la playa pero sin llenarte el cuerpo de arena. Habíamos quedado Carlota, Miri y yo; Núria no había podido venir, bueno, en realidad puso una excusa bastante mala para no venir.
—La próxima vez que os vayáis de viaje me voy con vosotras, ha sido un verano taaan agobiante.
Carlota, que se había dejado crecer el cabello, se lo recogió en una coleta y se abanicó la cara, agobiada por el calor.
—En Londres se está genial —comentó Miri—, sería un sitio donde me encantaría vivir.
—Siempre y cuando no te encuentres a capullos —mascullé.
—Quién se pelea se deseaaa —canturreó Miri.
Carlota se rio junto a Miriam y las fulminé con la mirada, solo faltaba que mis amigas se rieran de eso.
—Claro, así que según vosotras si alguien bloquea a otra persona es porque la desea, claro que sí. Tiene muchísima lógica.
—Pero piensa un poco, quizá te bloqueó porque no se veía capaz de seguir una amistad contigo, quizás él quería algo más y...
—O quizá pensó que era lo mejor para los dos.
—O quizás es que simplemente es un capullo sin sentimientos y un mentiroso de mierda. Al final tenía razón el número desconocido —agregué eso último susurrando, como para mí misma pero ellas lo escucharon.
—¿De qué hablas?
Suspiré hondo y les expliqué lo que había una semana antes de irnos de Londres cuando recibí aquellos mensajes de la persona desconocida, como aún no los había borrado se los enseñé y quedaron muy sorprendidas con lo que leyeron.
—Menuda arpía Mara.
—¿Crees que fue ella? —le pregunté a Miri que afirmó con la cabeza.
—¿Mara es la que se moría de celos cada vez que tonteabas con Andrew?