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Corazón Remoto

Corazón remoto,

se activó en automático

al momento que mi percepción chocó con tu presencia

y tus ojos repentinamente se entrometieron con mi curiosa mirada.

Pronuncié fonéticamente las sílabas que conformaban mi nombre:

Tzi-ran-da

Reonozco mi naturaleza torpe al lado tuyo,

pero los ríos que forman ésa palabra

fluyen en mis frases con cierta elegancia.

Y luego, por primera vez,

conocí una manera de encontrarte al nombrarte.

Recuerdo gritar de emoción,

regresando a casa,

yo florecía, sumido en ésa esencia

romántica y colorida de primavera que,

por nuestra infortuita edad,

nunca llegaremos a apreciar.

Rotunda paciencia

envolviendo ésta convivencia,

imágenes, recuerdos de tus características a gotas.

Mi memoria borrosa comenzó a recrear, reconstruir.

Meses que ya pasaron del año desde que nos (re)conocimos,

yo me empiezo a tropezar,

me empiezo a lastimar,

me equivoco y me vuelvo a equivocar,

pido perdón una vez más.

Ahora tu distancia me presiona dolorosamente el pecho,

pero a tu alma no la he de culpar.

Trato de dejar las disculpas vacías, de no ser yo,

de no enamorarme cada vez más.

Acercarme resulta tembloroso y ajetreado, martirio de náuseas que me frustra.

No me siento suficiente,

porque es tu voz a la que a diario quisiera escuchar,

apreciar.

Ahora se trata de alargar mi brazo a través de un marco

bordado por vidrios rotos

sin mis manos cortar.

El cristal fracturado.

Mis palabras almacemadas.

Y tu corazón va palpitanto a ritmos desconocidos,

disparejo de mi corazón remoto.