Mi zapato
La puerta de mi cuarto estaba abierta, y en mi bolso no dejaba de sonar mi teléfono, pero yo no podía escucharlo porque estaba volviendome loca buscando mi zapato.
Había comprado un vestido nuevo para mi entrevista de trabajo, pero mi perro había estado jugando con mis zapatos otra vez.
Y a pesar de que mi perro era un bello pequinez, era lo suficientemente travieso para amargarme esa mañana.
Me había acostado por la noche, pensando en las respuestas a las preguntas que me harían en la entrevista, no había orado en la noche, ni tan poco esa mañana.
Se me había hecho tarde y me había quedado dormida. Al escuchar mi despertador sonar por tercera vez, abrí mis ojos y salté de la cama, furiosa conmigo misma por pedir cinco minutos más para levantarme de la cama.
Había cometido un error, porque esos cinco minutos se habían convertido en veinte minutos, y de lo rápido que me levanté de la cama, para bañarme y arreglarme, no me di cuenta de que mi perro se había llevado mis pantuflas.
No tenía tiempo para pelear con mi perro, corría de un lado para otro, preparando mi presentación en mi cabeza, nada había más importante en mi cabeza.
Hasta que no encontré uno de mis zapatos nuevos, entré en pánico al no encontrarlo. ¿Dónde podría estar? Y cómo podría desaparecer uno de ellos?
Lo busque debajo de mi cama, en dónde guardaba mis zapatos y hasta en el baño, pero no estaba por ninguna parte.
Llamé a mi perro, y muy obediente entró en mi habitación con una de mis pantuflas en su boca, estaba tan enojada que no podía ver lo tierno que se veía.
Mi perro no acostumbrada morder mis zapatos, solo jugaba con ellos y se echaba sobre ellos, era su forma de mostrarme su cariño, y yo tenía días de no jugar con él, estaba demasiado ocupada pensando en mi ascenso.
Al verlo con mi pantufla en su osico, monte en cólera y lo regañe, mi pequeño perrito sufrió el golpe de mi frustración.
De repente, escuché mi teléfono y corrí a contestarlo, pensando que al ser tan tarde, me estarían llamando para decirme que había perdido mi oportunidad.
Contesté lo más serena posible, cuando miré en un rincón al lado de mi cama, el zapato que había estado buscando, recordé que yo lo había dejado allí, cuando por error lo había pateado al entrar en mi cama, muerta del cansancio.
Guarde silencio por unos segundos al recordar que mi perro ladraba y ladraba, recordándome que debía orar, siempre lo hacíamos juntos cada noche, él se echaba a mi lado mientras yo oraba...
Pero esa noche me sentía exhausta y lo único que deseaba era dormir, y mi perro me estaba molestando con su insistente ladrido.
Me quedé dormida después de regañarlo y de ordenarle que se callara, y al despertar esa mañana, mi perro se había colocado al lado de mi cama, como todas las mañanas para que oraramos juntos.
Pero yo me volví a quedar dormida...
En ese momento me di cuenta de todo, entendí que lo que me estaba pasando era mi culpa, no de mi perrito, estaba buscando un culpable y la culpable era yo.
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Historias Para Reflexionar
EspiritualDios habla de muchas maneras y una de ellas es a través de las experiencias y vivencias de otros..