Recuerdos fugases

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Tras el encuentro de Alexander y su fría acogida, Elina se sintió desorientada en aquel mundo desconocido. Aunque la curiosidad la había llevado hasta allí, ahora anhelaba desesperadamente encontrar una forma de regresar a su hogar. La incertidumbre de cómo lograrlo comenzó a apoderarse de sus pensamientos.

Alexander notó la confusión en el rostro de Elina y comprendió que necesitaba respuestas.

—No sé cómo regresarte, pero conozco a alguien que puede ayudarnos. Debemos apresurarnos antes de que anochezca; es peligroso deambular por aquí solos. En el camino te explicaré algunas cosas —dijo con tono más calmado, y se puso en marcha.

Elina vaciló por un momento. No estaba segura si debía seguir a Alexander.Seguía siendo un desconocido en un lugar completamente ajeno. Sin embargo, sus opciones eran limitadas. Si se quedaba allí, podría enfrentarse a peligros desconocidos, así que decidió seguirlo.

Caminaron juntos en silencio por un sendero en el borde del bosque. Elina podía sentir la brisa fresca acariciar su piel, y por primera vez en mucho tiempo, inhaló aire puro y limpio. El canto de aves desconocidas resonaba a su alrededor, creando una sinfonía natural que nunca había experimentado en su vida en la ciudad.

Habían transcurrido unos quince minutos en un incómodo silencio cuando Alexander finalmente rompió el hielo.

—Estamos buscando una cabaña cercana. Será más seguro pasar la noche allí antes de que anochezca por completo.

Elina asintió, concentrándose en cada uno de sus pasos. La incertidumbre seguía latente, pero al menos había alguien que parecía dispuesto a ayudarla en esta situación desconcertante.

—Podrías haberme dejado en el bosque —dijo con una pequeña sonrisa forzada, intentando aliviar la tensión.

Alexander volvió la mirada hacia ella. Sus ojos azules, que antes habían irradiado hostilidad, ahora parecían más suaves, aunque todavía mantenían un toque de reserva.

—Si te dejaba allí, probablemente habrías atraído la atención de alguna bestia salvaje. No necesito ese problema en mis manos.

Elina entendió que su tono brusco era parte de su naturaleza. A medida que continuaron caminando, la curiosidad empezó a apoderarse de ella.

—Podría parecer una pregunta tonta, pero ¿qué hacías en el bosque cuando llegué? —inquirió con cierta timidez.

Alexander exhaló un suspiro antes de responder, como si estuviera recordando algo que preferiría olvidar.

—Hace años, mi familia tenía la responsabilidad de proteger el portal que conecta nuestros mundos. Fue sellado para evitar que criaturas malévolas cruzaran. Pero algo logró abrirlo nuevamente, y sabía que el libro que encontraste tenía que ver con eso.

Elina lo escuchó atentamente, procesando la gravedad de la situación que había desencadenado sin saberlo.

Continuaron caminando en silencio, dejando que el entorno natural les envolviera. Elina se sentía como una intrusa en este mundo, pero poco a poco estaba empezando a comprender que su llegada no era simplemente una coincidencia.

Finalmente, la cabaña se perfiló en la distancia. Era una estructura de madera envejecida, claramente abandonada hacía tiempo. Cuando llegaron a la puerta, Alexander tocó con decisión y un anciano de barba blanca y ojos centelleantes los recibió.

—Su majestad, qué sorpresa. ¿Qué lo trae a mi modesta morada? —dijo el anciano, sorprendiendo a Elina al dirigirse a Alexander con tal deferencia.

Alexander asintió con formalidad, demostrando que aquel hombre tenía un estatus importante en este mundo.

—Señor, espero que se encuentre bien. Vengo porque enfrentamos un problema con el portal —dijo Alexander, cediendo la palabra al anciano.

El anciano los invitó a entrar con amabilidad y Elina lo siguió, sintiéndose cada vez más como una forastera en este lugar desconocido. Se sentaron en una habitación repleta de mapas y el aroma de hierbas e inciensos. Elina no pudo evitar que un recuerdo fugaz viniera a su mente, recordando una tienda espiritual que había visitado hacía poco tiempo.

En aquel momento, se había sentido perdida y confundida, al igual que ahora. Las palabras de aquel anciano resonaron en su mente: "Tu destino está escrito y regresarás cuando sea adecuado".

Ahora, en la cabaña, con la mirada fija en el anciano y en Alexander, Elina comenzaba a creer que tal vez todo estaba conectado de alguna manera, y que su presencia en este mundo tenía un propósito que aún no comprendía.

El que une dos mundos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora