Capítulo 1

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Sanji se encontraba en la cocina, preparando la comida como cualquier día normal.
Se estaba esmerando mucho ( como de costumbre), ya que le alegraba saber que sus queridas Nami-swan y Robin-chwan comerían lo que él preparara.
Estaba friendo unas patatas cuando cierto peliverde entró por la puerta.

-Hey cejas rizadas! ¿Que hay de comer hoy?-preguntó Zoro

-Nada que te importe Marimo- Le contestó el rubio.

Zoro soltó un gruñido y se dirigió a la despensa, buscando una botella de su bebida favorita.

- ¿Donde esta el Sake?

-Se agotó ayer, ya que "alguien"- dijo mirando al peliverde- se bebió todas las reservas

Zoro volvió a gruñir y salió de la cocina enfadado. Sanji no le dio importancia a la aparición del espadachín y siguió cocinando tranquilamente.

Llegada la hora de la comida, el rubio fue a avisar con entusiasmo a sus dos queridas damiselas.

-¡¡¡Robin-chwan!!! Tu comida ya esta lista- Dijo el rubio, mientras se acercaba a la pelinegra dando vueltas.

-Gracias Sanji-kun- dijo la morena con una sonrisa.

- Por cierto Robin- dijo el rubio- ¿Has visto a Nami?-

-Si, estaba en nuestro cuarto hace un rato-

- ¡Gracias Robin!- Dijo Sanji con entusiasmo- Iré a avisarle

Y tras decir estas palabras, se dirigió al cuarto de las chicas. De camino a este, se topó con Zoro, que ni siquiera le miró. ''Marimo estúpido'' pensó el cocinero antes de seguir su camino hacia el dormitorio.

Cuando llegó a la puerta( que estaba entornada) llamó a esta.

- ¡Nami-swan!- dijo el rubio desde la puerta- ¿Puedo pasar?

Una voz femenina salió desde dentro de la habitación:

- Si, si, adelante-

Sanji empujó la puerta un poco más, y metió la cabeza para asomarse.
La habitación estaba normal, como siempre ordenada y limpia. La navegante se encontraba sentada en una silla enfrente de su escritorio. Estudiaba varios papeles.

- ¿Que quieres Sanji?- dijo Nami sin dejar de mirar los planos. Cualquier persona no hubiera notado el tono preocupado de su voz, pero para la suerte de Sanji, el no era cualquiera.

- Nami-swan, ¿Pasa algo?- dijo entrando en el dormitorio.

- Oh, no es nada Sanji-kun- dijo la pelinaranja mientras se levantaba- Es solo que creo que esta noche habrá tormenta, pero no es seguro-

- No te preocupes Nami-swan. Seguro que no es nada- dijo Sanji restandole importancia.

-Bueno- prosiguió la chica- ¿Qur querías Sanji-kun?-

-Venía a avisarte de que la comida esta lista Nami-swan-

Nami se acercó al cocinero.

- ¡Perfecto!- Dijo ella- Empezaba a tener habre-

Los dos se dirigieron a la puerta para ir a la cocina.
Nami salió, y Sanji la siguió, pero no sin antes echarle un último vistazo a la mesa de la navegante.

- ¿Te pasa algo a ti Sanji?- dijo la pelinaranja mirando al cocinero

- Nada Nami-swan- Dijo mientras cerraba la puerta- Nada-

La comida transcurrió como cualquier otra. Todos alabaron lo delicioso que estaba todo, y el cocinero se peleó con Zoro un par de veces, pero nada fuera de lo normal.

La tarde también fue corriente. Cada muwiwara hizo lo que normalmente hacía; Luffy, Usopp y Chopper pescaban ( o intentaban pescar), Nami volvió a su habitación a trazar la ruta para el día siguiente, Brook tocaba su violín alegremente, Robin y Franky hablaban en la cubierta, Zoro entrenaba con sus pesas y Sanji fregaba los platos y preparaba la cena.

Al anochecer, todos se presentaron en la cocina, a excepción de cierto peliverde. Al cocinero esto no le preocupaba, porque pasaba la mayoría de los días.
Después de cenar, y de despedirse del rubio, todos volvieron a sus aposentos para descansar.
Sanji, se quedó fregando los platos en la cocina.
Cuando ya estaba terminando, vió una silueta conocida en la puerta.
Llevaba sus pantalones negros característicos y su camiseta blanca mojada por el sudor. Llevaba una toalla alrededor del cuello y sus tres pendientes dorados brillaban a la luz de la luna.

- ¡Ey cejas de diana! Tengo habre- dijo Zoro

- Comimos hace una hora Marimo- dijo el rubio con tono burlón- ¿Te has perdido viniendo a la cocina?-

Zoro iba a replicar, pero el sonido de un trueno cerca de allí los dejó a los dos petrificados.

Sin decir nada salieron los dos corriendo de la cocina. Afuera todo era un caos. Llovía a mares, hacía un viento huracanado y las olas rompian con fuerza contra los costados del barco.
Las velas se rompían, la madera del barco se caía poco a poco y el agua entraba por los agujeros.
Las katanas del peliverde se encontraban en la cubierta, pero una ola iba con fuerza hacía ellas.

Zoro bajó las escaleras corriendo hacía la cubierta y agarró las katanas antes de que la ola se las llevara.
Lo que no advirtió fue que otra ola de tamaño descomunal amenazaba con chocar con el barco por detrás de él.

- ¡¡¡CUIDADO MARIMO!!!- Gritó Sanji lo más fuerte que su garganta le permitió.

Zoro se giró lo más rápido que pudo, pero fue tarde.
La ola azotó con fuerza el barco, agitandolo y haciendo que el espadachin cayera por la borda.
Sanji se agarró a la barandilla antes de que la ola llegara.
Cuando hubo pasado, el cocinero bajó la escalera como una exalación.
Corrió por la cubierta hasta asomarse por donde había caido el moreno.
- ¡¡¡MARIMO!!!- gritó. No obtubo respuesta.
Llamó varias veces a Zoro pero no obtuvo respuesta y tampoco lo veía en el agua. Un sentimiento de preocupación recorría el pecho de Sanji. "¿Acaso ese Marimo ha...?" Apartó inmediatamente esos pensamientos de su cabeza.

Cuando se disponía a llamar a los demas, otra gran ola azotó el barco. Esta vez, a Sanji no le dio tiempo a agarrarse a nada, y cayó al agua.

Todo el agua estaba revuelta y apenas se veía nada. Había trozos de barco dispersados, que iban en todas las direcciones.
Intentó salir a coger aire, pero había demasiados trozos de madera que le impedían el paso.

Se giró en busca de un sitio por el que subir y le vió.
Estaba hundiendose por debajo de él, parecía inconsciente.
El rubio necesitaba respirar, pero no podía dejar morir a Zoro.
Al final tomó una decisión, miró hacía abajo y se dirigió al espadachin. Al llegar a su lado comprobo que no estaba consciente y lo agarro por un brazo.
Intentó subir hacía la superficie pero el peliverde pesaba demasiado.

Después de varios intentos, empezó a notar como le fallaban las fuerzas. Poco a poco fue hundiendose con el espadachin, hasta que todo se puso negro.

























































































































































Tocado y hundido-ZosanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora