Final. 24 horas.

1.8K 122 91
                                    

Sus ojos se abrieron despacio cuando una sensación de calidez y comodidad acogió su cuerpo con delicadeza. Se removió entre las blancas sábanas en las que permanecía escondido, y una sonrisa se formuló en sus labios cuando lo vio.

Vestía con unos pantalones cortos de chándal negro, sin camiseta. Su cabello lucía suelto en un vaivén de alocados y despeinados rizos, y en sus manos descansaba una bandeja de la que no podía ver el contenido.

—¿Has descansado bien, bebé?

—Sí. ¿Cuántas horas he dormido? —preguntó curioso, visualizando los tonos rojizos que cubrían el cielo a través de la ventana.

—Cuatro. Pero contando en que en dos horas vienen tus jefes para escuchar tu decisión, me alegro de que te hayas despertado ahora.

Dejó la bandeja sobre la mesita de noche, y se sentó en la cama quedando a su lado. Louis se reincorporó sonriente, hambriento. Sin vergüenza alguna cuando agarró uno de los cruasanes rellenos de chocolate para llevárselo a la boca con rapidez.

Una sonrisa dulzona se formuló en los labios de Harry mientras lo observaba, como a única cosa en el mundo.

Deslizó su mano por su barbilla, acariciándolo mientras masticaba. Descendiendo por su cuello hasta llegar a su pezón derecho, entreteniéndose con él. Pellizcándolo, rozándolo con disimulo. Mordiéndolo en cuánto se distrajo.

Un gemido se ahogó en su garganta mientras se deleitaba, esta vez, con un café espumoso, y lo miró con inocencia mientras abandonaba su pezón para continuar descendiendo. Rodeándolo por su ingle, acariciando su muslo con sus uñas, sin ejercer fuerza.

—Mi señor —murmuró.

—Come, cariño. No te preocupes por mí. Haz como si yo no estuviera.

—P-pero —su voz tembló cuando se agachó lo suficiente como para besar su glande. Con disimulo, tratando de no otorgarle más importancia que la que realmente merecía. Observándolo con picardía.

—Voy a darte los buenos días que mereces.

—Pero yo soy...

—Mi sumiso —lo interrumpió—. Y como tu amo, también tengo la obligación de cuidarte como tal.

—Papi —gimió cuando lamió su punta.

Su boca acogió con sutileza toda su longitud, haciéndole gritar. Rudo, descarado. Sin delicadeza alguna cuando se trataba de él.

Lamió, succionó y serpenteó sobre su glande, enloqueciéndolo. Con una sonrisa pícara en sus labios al ver sus ojos blancos, y una sensación de satisfacción cuando se estremeció bajo el tacto de su boca.

Louis le ofreció un mordisco a una de las tostadas que encontró a su paso, tratando sin éxito callar los gemidos que salían sin control alguno de su boca. Pero el rizado disfrutó su incapacidad de hacerlo.

El cielo rojizo iniciando el amanecer bañó las paredes de la habitación de una escasa iluminación cálida, y el cantar de los pájaros mezclándose con los gemidos de su sumiso fue la banda sonora que ambientó el lugar. Con la brisa gélida matutina colándose por el hueco del ventanal hasta rozar su piel desnuda, erizando sin esfuerzo cada centímetro de su cuerpo, ansioso de deseo y de placer.

Descendió su rostro hasta lamer sus testículos, cerrando los ojos cuando se introdujo uno en su cavidad bucal. Recorriéndolo con su lengua aún en su boca, acogiéndolo entre la humedad y la lujuria de sus movimientos.

Louis arqueó su espalda, exhausto. Naufragando entre el oleaje de un mar inmenso de placer y salvajismo, en busca de lo desconocido y lo perdido. Con los nervios a flor de piel, con su corazón latiendo desbocado y su garganta desgarrada de tanto gritar.

24 HorasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora