Era otro jodido día en el infierno, en lo que concernía a Ohm Thitiwat. Todo estaba igual, y a él le gustaba así.
Por lo menos era lo que había esperado hasta que el teléfono móvil empezó a sonar. Cogiéndolo de la encimera del desayuno, miró el identificador de llamadas. Al principio no respondió, pero era su agente, Mori, y si no respondía, Mori se preocuparía como un cachorro neurótico con infección de orina necesitando hacer pis en la nieve.
Definitivamente no necesitaba eso en su vida, y mucho menos del humor en que se encontraba en estos momentos.
Ohm abrió el teléfono con el mentón al mismo tiempo que bajaba el volumen del estéreo, que estaba sonando con un CD de Bauhaus.
—Hola, Mori.
—Oh, Ohm, estás ahí. Estaba preocupado por ti.
Sí, claro. La única cosa por la que se preocupaba Mori era de dónde vendría su próximo cheque. El bastardo era como todos los demás que Ohm había conocido. Avaricioso, interesado en sí mismo y narcisista, y quería un trozo de la carne de Ohm.
Definitivamente el tono lloroso hizo hervir algo dentro de Ohm.
—Tengo otra oferta para ti, O. Ofrecen hasta treinta y cinco millones de dólares y una parte significativa de los beneficios, y créeme, con los coprotagonistas que estarán en esta película habrá suficientes beneficios para hacer que incluso un Scrooge como tú sonría.
Ohm recordó una época en la que se hubiera asfixiado y muerto de la impresión ante semejante oferta. Un tiempo en que ese dinero hubiera sido un sueño increíble.
Pero como todos sus sueños, ese también había sido brutalmente destrozado.
—Te he dicho que no estoy interesado.
Mori se burló.
—Claro que estás interesado.
—No, Mori. No lo estoy.
—Oh, vamos, no puedes seguir escondiéndote en la cima de tu pequeña montaña. Tarde o temprano tendrás que volver al mundo real. Y este sería el regreso ideal. Piensa cuánto dinero estarás tirando si dices que no.
Ohm puso el CD en la canción "Crowds" y dejó que le recordara por qué no estaba interesado en volver a Hollywood... ni a ningún sitio fuera de Knob Creek, Tennesse. No le gustaba la gente y odiaba la idea de volver a hacer otra película.
—Muchas gracias, pero no. Con cien millones de dólares en mis cuentas bancarias, ni siquiera tengo que volver a salir de aquí otra vez.
Mori hizo un profundo sonido de disgusto con la garganta.
—Maldita sea el infierno, Ohm. Has estado tanto tiempo lejos de la acción que tienes suerte que alguien te quiera por cualquier precio. Incluso la prensa te tiene olvidado en este momento.
—¿De verdad? —dijo, bajando la mirada a la mesa de café, donde estaban tirados montón de periódicos que había traído hacía una semana cuando fue al supermercado. Su cara estaba por todas partes. —Qué divertido, pero parece que soy objeto de los chismorreos de los periódicos. Están especulando con todo, desde si tuve un accidente de coche que me desfiguró hasta si fui secuestrado por alienígenas o un fan loco, y mi preferido entre todos, el que afirma que me estoy sometiendo a una operación de cambio de sexo en una clínica sueca. Particularmente me gusta la imagen hecha con Photoshop en la que llevo un vestido. Por lo menos tengo mejor aspecto que Klinger, ¿eh? Pero sinceramente, me gustaría más creer que me parezco a Alexis Mead de Betty la fea que al yeti peludo con el que me han comparado.
Mori maldijo de nuevo.
— ¿Realmente no estás jugando conmigo, verdad?
—Esto no es un montaje para obtener más dinero del estudio. Realmente hablas en serio con respecto a retirarte.