Fluke se quedó de pie en la cima del precipicio de la alta montaña de la Isla Desvanecida. Sostenía un frasco de suero del sueño que había pedido prestado a su tío Papang, el Sandman.
Con éste, él y Ohm podrían encerrarse en el reino de los sueños y Dolor no sería capaz de echarlos de él. Lo que Ohm planeaba era tan arriesgado...
No debería preocuparle. Ni siquiera debería ser capaz de preocuparse, pero cuando se quedó allí mirando como las olas del océano rompían contra las rocas se dio cuenta de que lo hacía. El dolor de Ohm hacía más que incendiar sus emociones y poderes, tocaba su corazón.
Había pasado tanto tiempo desde la última vez que experimentara la ternura. No quería perderlo otra vez. No quería perder a Ohm. Ohm no era sólo una tarea para él.
Era mucho más.
Cómo podía serlo, ni siquiera podía empezar a entenderlo. Sólo se habían conocido en los sueños de él y durante un día humano. Aun así lo conocía a un nivel que desafiaba la lógica. Su alma lo sentía.
Y no quería dejarle ir, o peor, verle morir de la manera en que lo había hecho su familia. No podría pasar por eso otra vez.
Inclinando la cabeza hacia atrás, permitió que la salada brisa apaciguara la agitación en su interior. El peso del frasco caía en su mano igual que una enorme pieza de hierro. No quería cometer un error. Atrapar a Ohm en el mundo de los sueños quizás lo matase.
Ciertamente él era su mejor oportunidad para vencer a Dolor. Pero no estaba tan seguro. Dolor podía ser astuto y, más que nada, era mortal. Ohm tenía valor, no había duda de ello. Desafortunadamente el valor no siempre ganaba la pelea.
—Dame fuerzas—. Susurró a la gentil brisa que danzaba a su alrededor. En la parte de atrás de su mente, vio la matanza de su familia. Nada podría ensordar ese dolor. Nada.
Pero al menos ese dolor le mostraba que estaba vivo. No estaba completamente vacío y desprovisto de emociones.
Cerrando los ojos, intentó canalizarlas a la rabia. Ohm tenía razón. Esta era la única manera de arreglárselas con esta situación. Y aun así ante el mero pensamiento de Ohm, su rabia se desvanecía y una extraña sensación de paz lo sobrecogía.
—¿Fluke?
Se volvió ante el sonido de la voz de M'Kao detrás de él. Estaba vestido con una floja camiseta y pantalones blancos. El pelo negro se le rizaba alrededor de la cara mientras se acercaba lentamente a él.
—¿Qué estás haciendo aquí? —le preguntó.
—Oí que le pediste a Papang el suero.
Fluke asintió.
Había un profundo entendimiento en sus ojos azules cuando su mirada mantuvo cautiva la de él.
—Es un valiente movimiento para hacer salir a Dolor. Altamente arriesgado.
Fluke no quería que supiera de su incertidumbre. Como uno de los líderes de los dioses de los sueños, tenía el honor de hablarle a Zeus de algunos Dream-Hunter que quizás hubieran recuperado sus emociones. Eso era algo que no podía permitir.
—La victoria nunca va al cobarde.
M'Kao inclinó la cabeza respetuosamente ante él como si estuviese de acuerdo con eso.
—De paso, debería advertirte que no estás sintiendo las emociones de Ohm.
Un escalofrío de extraña aprensión bajó por su columna.
—¿Qué quieres decir?
Él se inclinó para hablarle suavemente al oído.
—La maldición de Zeus está despertando. Cada año regresan más y más de nuestras emociones.