Escena 4: Hipocritai

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Hipocritai: del griego, una persona que finge o aparenta lo que no es o lo que no siente. Así se solía llamar a los actores.

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La primera clase juntos llegó también un Viernes, como si ese día estuviese destinado a ser el momento de choque entre sus mundos. 

En el escritorio del aula, dispuestas ante la vista de todos, había ocho telas dobladas sobre sí mismas y cuidadosamente cerradas por un nudo, cada una de un color diferente: rojo, verde intenso, verde manzana, beige, naranja, rosa, marrón y gris. Los ojos de doce alumnos curiosos se posaban sobre ellas, mientras que Lionel y Pablo las custodiaban, uno de cada lado del mueble. 

- Veo que tienen muchas ganas de saber qué son estas telas- dijo el pujatense, riendo ante la expectativa preguntona en todos los rostros- Peeero primero, como saben que ahora vamos a trabajar juntos, el profesor Aimar les tiene que preguntar un par de cosas. 

- Bien- comenzó el cordobés, ignorándolo completamente para luego dirigirse al grupo- ¿Alguien se acuerda de lo que estudiamos con respecto la geografía de Argentina? 

Varias manos tímidas se alzaron en el aire, mientras los demás se miraban entre sí con duda, levemente murmurando "decile vos, dale, a vos te banca más" entre codazos. 

- Vimos...- anunció Enzo, sintiéndose increíblemente nervioso por los ojos del docente ahora clavados en él- Vimos que Argentina tiene ocho regiones geográficas: el NOA, Mesopotamia, Chaco, Cuyo... Ehhh... 

- Las sierras pampeanas- continuó Valentín, intentando rescatar prontamente a su compañero- La pampa húmeda, la estepa y... y... la Patagonia. 

- Pero eso siempre cambia con el tiempo- agregó Eva- Hay autores que dicen que son seis, la Mesopotamia no se tuvo en cuenta varias veces, y algunos hablan de la región antártico-marítima, que es donde están las Malvinas. 

 - Y son todas regiones muy diferentes- cerró Julián, apenas despegando los labios- Porque Argentina es un país muy grande y diverso. 

Un silencio profundo se creó durante unos segundos, y el evento que nunca creyeron que verían en sus vidas, sucedió: una pequeña sonrisa de satisfacción se dibujó en los labios de Pablo. 

- Bueno, veo que tantas clases dieron sus frutos- reconoció el cordobés- Excelente, debo decirles.  

- ¡Pero qué inteligentes que son estos chicos!- elogió Lionel, dando una palmada feliz- Yo le decía al profesor Aimar que ustedes son muy buenos alumnos y que iban a contestar todo. 

- Somos el mejor tercero, los del B no le responden ni la mitad de esto, profe- presumió Emiliano, sacando pecho. 

- ¡Si vos no dijiste nada, soquete!- reclamó Leandro, haciendo montoncito con la mano izquierda. 

- ¡Vos tampoco! 

- ¡No se peleen, por favor!- interrumpió rápidamente el pujatense, señal que ambos muchachos acataron con rapidez- Bien, antes que nada, armen dos grupos grandes, de seis personas cada uno.  

Sin dejar de mirar el escritorio de reojo, los estudiantes se pusieron en campaña de correr los bancos para juntarse mientras cuchicheaban o se peleaban entre sí, decidiendo quién se quedaba con quién. 

- Hizo un trabajo increíble- sonrió Lionel, mirando a Pablo con admiración- Es bueno que tengamos una base tan importante de dónde salir. 

El docente no le contestó con palabras, sino que inclinó la cabeza brevemente para agradecer y su atención se desvió a los adolescentes, rehuyendo de mirarlo a los ojos, en una actitud que desconcertó sobremanera al pujatense. "¿Y ahora qué le hice?" pensó, preocupado, mientras mordía la uña de su índice. No tenía sentido que el Lunes de esa misma semana, mientras planificaban juntos en su hogar, lo hubiese tratado con amabilidad y le hubiese sonreído como jamás lo había visto, y que ese Viernes volviera a su lejanía, a la indiferencia, a la sequedad que caracterizaba la estepa que tanto habían estudiado sus alumnos. 

Nunca serás mi amor [Scaimar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora