Capítulo I: Amor, amar, Amado

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Primer día de la FooligettaWeek, aunque debería ser "Cambio de sexo" por ahora no me siento del todo cómodo escribiendo aquello; entonces, lo he modificado un poco.

Si Foolish en el "cannon" -supongo que se podría considerar- es un semidiós, en este caso, quien lo será, será Vegetta.

Hay mención al Wiguetta, Rubegetta, y al Loligetta, nada importante ¿creo?

¡Bueno, que disfrutéis la historia, pero no esperéis actualizaciones regulares!

I hope you enjoy the island :]

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Vegetta había nacido con la Tierra. Había estado cuando no era más que polvo cósmico perdido en la infinidad del espacio, cuando giraba tan rápido que los días duraban la mitad que duran en estos tiempos, cuando la Tierra era roja brillante, quemada por los volcanes de lava, con una atmósfera tóxica, y océanos ardiendo.

Había estado allí, cuando se crearon los primeros bosques de helechos, cuando los primeros animales, la tierra conquistaron, y desaparecieron al cabo de algunos años. Había estado allí, cuando nacieron los primeros humanos.

Vegetta era el más anciano de los dioses, aquel que se encargaba de mantener el equilibrio, de la justicia, en general, su palabra era la ley.

Sin embargo, nunca le había gustado ser alabado por los humanos, no le había gustado la fama que había conllevado, no le había gustado los obsequios ni sacrificios. Era un Dios que observaba, pero que poco le interesaba interferir en guerras o amenazas, y lo que nunca había hecho, era torcer el equilibrio del mundo por un capricho suyo.

Había pasado de los conflictos, de los buenos tiempos, solo estaba allí, no como un director sino como espectador.

Y eso no había cambiado.

Ni ayer, ni hoy, ni mañana.

O eso había pensado.

Cuando comenzó a observar más el mundo humano, el primero de ellos que realmente le atrajo la atención, era un chico rubio como las hojas en otoño, de ojos verdes como la hierba en primavera, pero fríos como el hielo en invierno, y una personalidad explosiva como el Sol en verano.

WillyRex había sido una persona muy curiosa a sus ojos, y la primera que lo había hecho bajar hasta tocar el suelo. Primero estuvieron los dos juntos, ellos dos solos, como un equipo inseparable, de dos locos que se llevaban como hermanos, o un viejo matrimonio; se peleaban y se amaban a partes iguales, la cara de una misma moneda, que, aunque muy diferentes era única.

Vegetta estaba encantado con su amistad, como era perfecto, un balance espectacular. Él, aunque había ocultado su procedencia con excusas vagas, no podía sentirse más unido a una persona, a una persona que daría su vida y lo que él más apreciaba, su conocimiento.

Habían estados juntos muchos mundos, aunque que parecían ser los primeros cada vez, igual de perfectos, igual de maravillosos.

Todo ello, había conseguido de que estuviera aterrado por los nuevos sentimientos que nacían en su corazón.

Había sido un idiota, y se había enamorado.

Desde el desconocimiento, él había intentado todo para intentar dar un paso más a su relación con el humano. Le había dado regalos

hermosos, gemas y piedras preciosas que habia tardado años en conseguir sin ninguna ayuda divina, le había escrito poemas de amor en viejos papiros, canciones de alabanzas y odas románticas, lo había acompañado día si, día también, a aventuras las cuales le parecían una pérdida de tiempo, a hacer pequeñas bromas, a robar en lugares inimaginables... había realizado todo lo que sus antiguos devotos habían hecho hacia él.

Un Dios en la IslaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora