Capítulo 8: Un Americano, tres Mexicanos y un Español

352 48 13
                                    




Sin advertencia alguna, el Sol comenzó a bajar paulatinamente de su cenit. Vegetta y Foolish se habían quedado toda la mañana allí, en esqueleto de arenisca.

Aunque la conversación se había dado a trompicones, por la dificultad de entenderse entre ellos por el idioma, por la emoción de una buena charla que no hace más que acelerar las palabras, había sido muy entretenida para el Dios. Quizás era porque medio se había enamorado del humano y todo lo que hacía le parecía hermoso, quizás porque la mente de Foolish era emocionante, increíble, o quizás era porque Foolish era Foolish, un humano interesante, de estos atrayentes como la luz a una polilla y Vegetta siempre había sido un pobre diablo enamoradizo.

En algún momento, compartieron la poca comida que tenían encima. Algo de carne cocinada de toro, doradas, salmones y caballas, fruta de temporada, y entre ellas, un plátano que Foolish lo cogió reticente. Vegetta le dijo que no se preocupara, que si no le gustaba que tenía más cosas, pero, o porque no se entendían entre sí o, a su parecer, porque Foolish era demasiado tímido para decir algo más que no fuera si, el humano se lo guardó con una rara expresión en el rostro.

Al mismo tiempo, cuando terminaron de hacer un parapente para cada uno, una mochila, morada para el Dios, azul para el humano, en la orilla aparecieron otros de los habitantes de la isla.

Vegetta los saludo con la mano, gritando un 'hello!' mal pronunciado.

Ya que comenzaba a llegar más gente, Vegetta deshizo su agarre.

No quería presionar al chiquillo por sus sentimientos mal controlados, no quería abrumarlo, ni avergonzarlo, después de todo, quizás Foolish solo se había apiadado de él para no hacer incómodo el momento, por eso habían mantenido tanto tiempo sus manos juntas.

Sin mirar al chico, se le escapó una media sonrisa agridulce. Casi susurrando, se despidió de su tiempo a solas.

-Our moment has ended, eh, Foolish....

-...!

Antes de que el otro pudiera responder, los dos vieron como los de abajo, comenzaban su camino hacia arriba. Algo los paro, invisible, porque no había nada en su camino que los impidiesen pasar, porque se quedaron quietos mirando hacia ellos.

Vegetta levantó una ceja, extrañado, ¿qué clase de bobería estaban haciendo?

Giro su cabeza para mirar a Foolish, quería preguntarle si sabía lo que estaba pasando. Él tenía los ojos fríos y la mirada firme, no los dejaba de observar raramente con una expresión bastante seria.

El Dios podía entenderlo, a él tampoco le gustaba que entrase en sus construcciones gente que el tenía la sensación que podría terminar destrizándolas. En Karmaland, la Hermandad Oscura y Fran, había sido marcados en esa lista, y solo podían entrar con él vigilándolos, después de todo, capaz eran de convertir su querido castillo en la lana en segundos.

Intento llamar su atención, pero Foolish seguía sin darse cuenta de él, estaban manteniendo una rara pelea de miradas con los de abajo.

-Foolish, Foolish, Foolish... ¿tan poco importante soy para que me ignores? Please don't ignore me! You hate me... Do you hate me so much?

Frunció los labios, dramatizando.

A sus palabras, el humano se giró para mirarlo. Tenía los ojos abiertos, sorprendido, casi pudo verse en ellos de lo brillantes que se habían quedado. Empezó a hablar rápido, en inglés, entrecortando las palabras, gesticulando de manera exagerada, como si estuviera nervioso y sus palabras hubieran sido dañinas.

Vegetta se sintió algo mal por el chico. No era su intención. Pero, verlo así de nervioso, rojo, reluciente, como si fuera un pequeño cachorro avergonzado, era lindo.

Un Dios en la IslaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora