Libro ① Control de Ira para Alfas ▴ ➌ ▵

112 17 2
                                    



tres




A lo largo de su vida, Saint había recibido muchas solicitudes de cortejo. A pesar de ser aves, no era inusual que uno de su especie no pudiera encontrar a su compañero o compañera, por lo que la mayoría de las personas buscaban el acompañamiento y el afecto de otros para llenar ese vacío. Tal unión nunca sería tan perfecta como un vínculo verdadero, pero eso no lo hacía menos real.

Saint había rechazado cada oferta, porque en su corazón, no había querido hacer una promesa que no pudiera cumplir. Así que había esperado, aferrándose a la esperanza de que su compañero estuviera ahí afuera, y que ellos eventualmente se encontrarían el uno al otro.

Nunca había estado más feliz por su decisión que en este momento, cuando Zee lo estaba tocando por todas partes, demostrándole lo que significaba estar junto a su otra mitad.

El orgasmo anterior de Saint había ahuyentado parte de su urgencia, pero permanecía muy consciente de que el lobo no estaba en la misma situación. Estuvo tentado de acercarse a su compañero y lamer su impresionante erección, de volverlo loco tal como Zee había hecho con él, pero el hombre lobo no parecía querer eso —o al menos, no se lo mostró. Esas fuertes manos recorrieron su rostro, pasando por las mejillas de Saint, su nariz, su boca, para luego viajar por su cuello y abdomen. Sus labios pronto siguieron el mismo camino. Una vez más él estaba explorando cada centímetro de su cuerpo, tal como lo había hecho en la ducha, y Saint se dio cuenta de que no era tan desinteresado como para quejarse por ello.

Todavía laxo y un poco mareado por el éxtasis, Saint se rindió por completo a las atenciones de su pareja. Cuando la boca caliente de Zee rodeó su pezón, él no pudo evitar arquear la espalda y soltar un grito ahogado. Zee acarició su cadera, una garantía silenciosa de que le daría a Saint todo lo que quisiera y más.

Irremediablemente Saint ya estaba duro de nuevo, su cuerpo respondiendo a la proximidad y el toque magistral de su compañero. Zee soltó su pezón con un pop húmedo y susurró, "Cierra tus ojos, mi ángel. Relájate y deja que yo cuide de ti".

Saint obedeció, aunque algo perverso se agitó en su pecho. Él complacería a su pareja por ahora, porque Zee necesitaba esta seguridad. Pero Saint también quería cuidar de su amante. Esto iba en ambos sentidos, y Saint no podía esperar para mostrarle aquello a Zee.

Volvió a revaluar el pensamiento cuando la lengua malvada de Zee continuó explorando su piel. Está bien, tal vez el pequeño plan de Saint podría esperar. Después de todo, no había prisa. Ellos ya habían acordado que tenían un montón de tiempo, todo el tiempo del mundo.

Era extrañamente pacífico el reconocer eso, ya que lo hacía comprender que por fin tenía lo que había estado esperando toda su vida. Algunas personas casi lo habrían llamado anticlimático. Pero es que era tan fácil caer en la bruma del placer perezoso, de sucumbir al hechizo hipnótico que Zee tejía a su alrededor. Saint se preguntó si los hombres lobo tendrían magia. No lo creía, pero tal vez Zee era especial. Definitivamente se sentía de esa manera para Saint.

Cada remolino de su lengua parecía diseñado para extraer la mayor sensación y hecha sólo para transmitir el mensaje correcto. Terminaciones nerviosas que Saint ni siquiera se había percatado que tenía cobraron vida bajo las cuidadosas atenciones de Zee. Desde la cavidad que se formaba en la base de su cuello, hasta su pecho, su ombligo y más abajo, hasta los dedos de sus pies, todo lo que era Saint se convirtió en el objetivo de la gentileza despiadada de su pareja.

∼RepercusioneZS∽ de la Manada SolitariaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora