Libro ➋ Cartas de Amor de un Alfa ▴ ② ▴

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𝓭𝓸𝓼




Zee bebió un sorbo de su whisky escocés con cautela, apenas registrando el sabor ahumado a pesar de lo costoso de la marca. Estaba distraído. Desde que había enviado la carta, su lobo había estado inquieto, paseándose en su interior como una legendaria bestia enjaulada.

Tenía una gran cantidad de práctica conteniendo sus instintos, en especial cuando se trataba de esta situación en particular. Durante meses, había hecho exactamente eso, conteniéndose, tratando de controlar sus impulsos cuando todo dentro de él gritaba que reclamara al hombre que sabía que le pertenecía.

En cambio, él venía aquí cada noche y observaba cómo el Incubus exponía su hermoso cuerpo a los lujuriosos ojos de los humanos, un cuerpo glorioso que nadie más que Zee debería ser libre de ver. Zee habría estado muy tentado de cazar a algunos de los clientes más atrevidos, si el Incubus —no, si Saint, no lo hubiera estado mirando a él siempre cuando bailaba.

Las cartas habían llegado naturalmente. Zee no era un hombre muy bueno para expresar sus emociones, pero solo había una cierta cantidad que podía reprimir en su interior antes de explotar. Al principio, él pensó que Saint las rechazaría, o al menos las ignoraría, pero no sucedió tal cosa, y Zee se encontró escribiéndolas una y otra vez, con ansias esperando por las respuestas.

Algunas personas podrían haberlo considerado romántico, y tal vez lo era. Pero esto también fue cobarde, una manera de llenar el vacío en el corazón de Zee cuando él había sido incapaz de dar ese último paso. Toda la debacle con La Manada de Lobos Solitarios se lo había mostrado bastante claramente. No podía esconderse para siempre detrás de algunas cartas de amor. Si él verdaderamente amaba y respetaba a su compañero, tenía que elegir: o dejarlo vivir en paz como un humano, o correr el riesgo y creer.

Esta noche, él finalmente había tomado la decisión. Por supuesto, siempre existía la posibilidad de que su compañero se negara. La correspondencia era por completo diferente a en realidad conocer a alguien cara a cara, y en el entusiasmo de Zee, la invitación podría haber resultado saliendo un poco más ansiosa de lo que le hubiera gustado. Por lo que sabía, su compañero podría estar pensando que él era un acosador o una especie de asesino con hacha.

Refunfuñando por lo bajo, Zee bebió el resto de su whisky y ordenó por otro. Cuando su vaso fue reabastecido, una presencia muy familiar y bienvenida se le unió en el bar.

Zee de inmediato se volvió hacia su vieja amiga. "¿Se lo has entregado?"

Victoria asintió, sus familiares ojos oscuros brillando con algo de sabiduría y tristeza. "Por supuesto. A estas alturas, él debe haberla encontrado". Ella suspiró. "¿Cuánto tiempo planeas hacer esto, Zee? No es saludable, ni para ti ni para él".

"Lo sé", respondió Zee en voz baja. "Y tú sabes tan bien como yo que tengo mis razones".

"Tu madre no hubiera querido que te alejaras de tu compañero por lo que le pasó a ella", susurró Victoria, su voz apenas audible a pesar de los sentidos avanzados de Zee.

El agarre que tenía Zee sobre el vaso se hizo más fuerte y rápidamente lo dejó en la mesa antes de romperlo. El hecho de que Victoria incluso hubiera mencionado el delicado tema decía mucho de su preocupación por Saint.

Pero por supuesto, ella siempre había dejado en claro lo mucho que le gustaba el joven humano. De hecho, si Zee hubiera sido cualquier otra persona que no sea su mejor amigo, probablemente ella lo habría destrozado antes de permitir que todo esto continuara por tanto tiempo. Demostrando su punto, ella continuó, "Sé que su pérdida nunca dejará de doler, pero ella y tu padre se amaban el uno al otro".

∼RepercusioneZS∽ de la Manada SolitariaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora