3

48 6 2
                                        

-Tengo una idea –dijo Cocona aquella tarde, cuando nos encontrábamos saliendo del colegio.

-Dime –respondí, no muy seguro de querer escuchar con qué cosa iba a salirme en esta ocasión.

-Mañana iré a hacer la tarea a tu casa.

-No, claro que no.

-¿Por qué? –chilló haciendo un puchero.

-Pues porque primero tengo que pedir permiso a mis padres...

-Por eso te estoy diciendo que mañana, Hwanie-chan. Para que le digas a mis suegros que se preparen para conocerme, y tu mamá nos haga de comer algo rico, rico.

-¡Ni se te ocurra llamarlos suegros! –dije intentando no alzar la voz. Pero Cocona fingió no escucharme.

-Estaba pensando que como tú ya conoces la sazón de mi mamá, sería buena idea que yo conociera el de la tuya. Puede preparar lo que quiera, pero de una vez te aviso que mi platillo favorito es el arroz con curry. ¡Hasta mañana!

~*~*~*~*~

Así era como habíamos terminado en mi casa.

Efectivamente, mi mamá hizo arroz con curry. Por fortuna, Cocona no llamó suegros a mis padres ni una vez. A decir verdad, ni se presentó como mi novia, sino como compañera de clase que venía a hacer un proyecto en equipo, lo cual solo sirvió para que yo estuviese tenso durante toda la comida, puesto que significaba mi demonio de Tasmania tenía un plan en mente, y lo más probable es que yo ya estuviese metido hasta el cuello, sin haberme dado cuenta.

-Estaremos en mi habitación –dije cuando terminamos de ayudar a limpiar la mesa, con lo cual mis padres nos sonrieron, y nos desearon suerte con las tareas.

Subimos al segundo piso, donde dejé que Cocona entrase primero.

-¿No vas a cerrar la puerta? –me preguntó inocentemente, al tiempo que se dejaba caer en mi cama.

-No –dije intentando sonar firme-. No quiero que mis papás piensen cosas.

Cocona se encogió de hombros, y se limitó a rodar en mi cama, para quedar acostada panza abajo. No tardó mucho para que se sacase los apuntes de la mochila, y para que yo entendiese que no habría poder humano que la hiciera moverse de allí, para sentarnos en mi escritorio. Así que hice lo que me pareció lo más lógico y para nada extraño: me senté junto a ella, cruzado de piernas, dispuesto a terminar rápido con las tareas para no darle oportunidad de hacer nada que pudiese ponernos en una situación comprometedora.

-Necesito ayuda con esto –dijo Cocona diez minutos más tarde, mientras se incorporaba y se sentaba a mi lado.

Estábamos haciendo tarea de matemáticas, y señalaba a un problema de trigonometría que había apuntado en su cuaderno. Yo me incliné para ver bien, con lo que ella se apuró a girar para quedar frente a mí. Sin embargo, en vez de presentarme su cuaderno para ver lo del dichoso problema de matemáticas, y aprovechando me encontraba con la guardia baja, no tardó para que terminase sentada sobre mí, a horcajadas, y olvidándose del cuaderno, me empujase el pecho, haciéndome recostar en las almohadas.

-¿Qué estás haciendo? –pregunté, completamente paralizado, e intentando no tartamudear.

-Pensé que podría robarte un beso –dijo de manera pícara, pero al mismo tiempo, inocente.

-No, gracias –respondí, mientras ella me sujetaba de las manos, como si quisiese imposibilitarme el que me volviera a incorporar, aunque era obvio que no iba a funcionar, puesto que es más que obvio que yo tengo mucha más fuerza que ella.

Bento [A Junghwan x Cocona story]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora