ERELIM: EL LOTO Y EL COLIBRÍ

3.- SUEÑOS DESCONCERTANTES

Nuevamente en el restaurante caída el anochecer, el joven Selenio se halla en compañía de su buen amigo primate.

-Ya lo verá, va a pagar ese desgraciado por mi deshonra. Me hizo quedar como un tonto frente a todos. -replica furioso mientras come un plato de ramen.

-Ya relájate niño, no es para tanto. -responde Wukong mientras toma un poco de sake- además... Fuiste tú quien lo atacó primero.

- ¿Cómo no querías que lo atacara? Me dijo... -se queda abruptamente callado- estuviste ahí ¿Verdad?

Wukong esboza una sonrisa.

-Te dijo niña y "preciosa" ji, ji. -toma otro sorbo de su bebida- admito que verte perder los estribos de manera casi inmediata fue divertido para mí. Desde hace mucho que no veía tus rabietas infantiles; te sigues viendo adorable a pesar que eres un adulto joven. -medita un poco la situación- aunque, siendo franco, te vi bastante raro.

Nezha casi se atraganta ante esa mención, pero se repone.

- ¿A qué te refieres de "raro"?

-Te veías nervioso en su presencia, los vellos de tus brazos se erizaban, tus pupilas se dilataban y en ratos tu corazón palpitaba muy rápido; sobre todo, cada vez que te miraba. -medita sobre el tema- solo puede haber dos respuestas. Una: al fin encontraste la horma de tu flameado zapato, tu némesis.

- ¿Y la dos? -increpa Nezha con genuino desinterés.

-Que te enamoraste perdidamente de ese extranjero. -dice eso a son de burla.

Cuando dice eso, Nezha se atraganta con la comida y, debido a la extrema presión, un par de fideos salen por su nariz.

-Niño ¿Estás bien? ¿Qué pasó?... -Tanto Wukong y el vendedor del restaurante, Toshiro, preguntan por su estado.

Nezha tose debido a lo picante de la sopa, se limpia la cara rápidamente y ahora trata de recuperar la poca dignidad que le queda actuando como siempre suele ser.

Da un fuerte golpe en la mesa que tanto su amigo como todo el mundo se paraliza.

- ¡No digas estupideces mono imbécil!

Cual misil, sale disparado del sitio, no quería que nadie viera que su rostro le ardía como si le hubieran echado aceite caliente.

-<<Eres un estúpido Wukong ¿Por qué dijo tremenda tontería? ¿Enamorado de un loco emplumado?>> -arroja un escupitajo en el aire- lo admito, tiene un porte intimidante, esas prendas coloridas y todas esas plumas majestuosas de su vestimenta. Ese... cuerpo fuerte y torneado, lleno de cicatrices ocultas tras esa pintura azul que lo hace verse poderoso. Esa mirada que parece escudriñarte el alma y esa sonrisa... esa condenada sonrisa... -se detiene abruptamente y de la nada, se da un poderoso puñetazo en la cara- au...au...eso dolió, creo que no medí mi propia fuerza; pero fue lo mejor ¿Qué demonios pasa contigo? Ya deja de hablar de ese estúpido, deja de pensar en él tan siquiera. -se da un zape en la frente- si vuelves a encontrarlo, asesínalo; así acabarás con su humillación.

Reanuda el viaje y por fin llega a la Residencia Li. Decide no entrar por la puerta de su vivienda, así que sube por la ventana de sus aposentos. No tenía ganas de nada: ni de cenar, de verle la cara a su padre y escuchar el sermón sobre de su fracaso, comenzar una discusión e irse a la cama con disgusto, mejor prefirió saltarse los malestares y descansar plenamente.

Abre la ventana y entra flotando a su habitación que era impresionante, pero no en buen sentido: era un sitio desordenado, con ropa y objetos tirados por doquier. Libros, pergaminos y libretas todas arrumbadas en un escritorio y parte en el piso. La cama también dejaba mucho que desear: toda desatendida y algunas almohadas tumbadas en todas direcciones. En fin, un cuarto que pondría a un maniático de la limpieza en un ataque de ansiedad.