Enfrentamiento

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La bala había sido disparada. Percy y Henry estaban en el suelo. Todos estaban en silencio, atentos a cada detalle, para ver si uno de ambos se movía.

Finalmente, una voz los interrumpió.

—Fingir que están muertos, no significa que los dejaré estar más tiempo juntos. Ahora, vuelvan a sus lugares, tórtolos —dijo Jack,  con desagrado en su expresión.

Ambos, de inmediato se separaron, asqueados.

Después de que el capitán diera la orden, entre dos tripulantes se llevaron a Percy y lo volvieron a llevar al timón, esta vez, sin atarlo, pero tampoco sin quitarle los ojos de encima.

Pasaron un par de horas. Annabeth había sido enviada al carajo, literalmente, o sea, la cofa o canastilla del vigía. Grover había sido asignado como asistente de guardia de Carina, y, Nico, por su parte, tenía, según él, el mejor trabajo, asistente de artillería.

Thalia, pues, ella se quedó limpiando, gracias a aquel al que se refería como "El estúpido de Jackson"

Las estrellas comenzaban a aparecer en el firmamento, por lo que el curso había sido fijado.

Aquel encargado de dirigir el barco se sentía mejor con lo que le había hecho a Henry prometer, mas algo parecía no estar bien. Después de aquella amenaza y el balazo que casi reciben ambos,  no le había vurlto a preguntar si su promesa seguía en pie.

Afortunada y desafortunadamente, lo descubriría en ese preciso instante.

El sonido de su espada chocar contra el metal de otra, hizo que todos en el barco guardaran silencio.

La escena era impresionante. El pelinegro ni siquiera había volteado a ver a su oponente. Sostenía a Contracorriente, protegiendo su cabeza, mientras que, impresionado, el castaño detrás de él, se mantenía inmóvil.

Unos segundos más tarde, el más alto trató de atacar de nuevo. Esta vez, si se giró, enfrentando nuevamente su arma  con la del otro muchacho.

Henry lo miraba con determinación, Percy sonreía, orgulloso de que todos esos años entrenando y destajando monstruos estaban rindiendo frutos.

El metal tintineaba. Luego de unos minutos así, el mayor ya parecía comenzar a cansarse, pero no se rendía. Esto hizo que su oponente comenzara a frustrarse, acercándolo cada vez más a la orilla de la nave, hasta que logró al fin tirar su espada al mar y hacerlo tener que sostenerse del borde para evitar caer también, completamente asustado.

—¿Quién eres?... —preguntó Henry.

—Capitán, ¿No hará algo? Ya está por matarlo.

—¿Está bromeando, maestre Gibbs? Esta es la mejor parte.

—Supongo que todo esto era una forma de darme tu mensaje de que no ibas a cumplir con tu promesa —aseguró Percy.

—Sólo quiero salvar a mi padre.

—¿Y los seres queridos de todos los demás no importan?

—Yo... yo no dije eso...

—Entonces entenderás que tu padre, quien, al parecer, no corre peligro en este momento, ya que ya está maldito y lo ha estado por quién sabe cuánto, no se compara con las millones de vidas que se pueden perder.

—Lo lamento, eh...

—Percy.

—Lo lamento, Percy, pero no he escuchado de ningún peligro que se acerque y no puedo dejar la misión de mi vida por una promesa vacía de que algo malo puede pasar. Dime por favor que lo entiendes.

—En realidad, sí lo entiendo... —dijo el otro, mirando hacia abajo y guardando su espada.

Henry sonrió.

—Por eso lamento tanto esto —continuó.

—¿Qué?

Sin decir más, el pelinegro jaló al castaño, tomó impulso y lo lanzó al mar, causando la impresión de todos los presentes.

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⏰ Última actualización: Jul 30, 2023 ⏰

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En busca del tridente perdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora