Para cuando Ashley, Carol y Lara aparecen por la puerta de la clase de filosofía, el profesor ya lleva cinco minutos exponiendo la moral pura o el conocimiento racional de Kant. Noto sus miradas dirigiéndose hacia mí, pero no se la devuelvo sino que finjo seguir tomando apuntes. Seguramente en la hora del almuerzo tendría que darles alguna explicación o quizás la verdad, porque tampoco quería ser desagradable con ellas. Se contentarían con ello y no estaría mintiendo: "discutí con mis padres".
Me paso la clase entera mirando la hora en el Apple Watch cada cinco minutos y no ayudan los cuchicheos de fondo de Lara y el resto. Están empezando a irritarme y mi pierna se mueve de arriba abajo. Cuando soy consciente porque las zapatillas hacen un pequeño ruido al resbalar, la detengo pero poco después vuelve a ello.
Los exámenes finales están al caer y me centro en el objetivo de tomar apuntes para ir lo mejor preparada posible, con el fin de calmar esa ansiedad que está naciendo en mí. Cada vez que mi mente se dispersa, me recuerdo que es aprobar y salir de este pueblo o la tumba.Cuando suena el timbre me doy fuerzas porque por un momento, les debo normalidad. Así que, tomo aire, me giro y con un tono asqueado les digo:
—Tías, estoy harta. Ayer llegué apenas diez minutos tarde y ya estoy castigada hasta los treinta.
Parece que las tranquiliza porque, tras poner caras de comprensión, comienzan a comentar lo duros que son mis padres conmigo y, esta vez sus voces coreando no me molestan.
La excusa que les di ayer para ir caminando fue que no me encontraba muy bien, lo que si hoy estoy un tanto apagada podría achacarse también a eso.
La conversación sobre mis padres acaba pronto y la sustituye Nick como objetivo de crítica. Al parecer, la tarde anterior había ido a merendar con Ashley y, en vez de prestarle atención a su novia, no le quitó el ojo de encima a la camarera. Sigue el tema hasta que empieza la siguiente clase y algo me dice que durante el almuerzo seguirá despotricando sobre Nick.Las dos clases que siguieron a la de filosofía solo aumentaron mi ansiedad. El profesor de lengua extranjera no había sido muy alentador al comentar que, para ser casi final de curso, no teníamos nivel. En biología la profesora, después de hacer un esquema de los temas que aparecerían en el examen, anunció que este sería sorpresa porque de esa forma se aseguraba que estudiábamos. Si mi día ya había comenzado con un nudo en la garganta, ahora el nudo parecía un huracán. Mi mente está dispersa, no consigo centrarme en nada y el hecho de no controlar mi situación frente a los exámenes finales me está matando.
Suena el timbre que da comienzo la hora del almuerzo y tengo que tragar saliva para no vomitar. El pensar en comida me llena de un calor abrasador que encoge todavía más mi estómago aumentando así también mi respiración. Puedo notar que del esfuerzo, cada latido de mi corazón golpea mi sien.
Al llegar al comedor, el olor a comida de los mostradores me golpea con fuerza y vuelvo a tragar. Tengo la impresión de que en cualquier momento voy a echar el desayuno e intento no respirar hasta que llego a nuestro sitio. Mi bandeja está prácticamente vacía, sólo la adorna una manzana roja que me ha traído Lara al verme la cara pero no creo que consiga darle ni un solo bocado. Intento centrarme, por una vez, en la vida amorosa de Ashley que de nuevo vuelve a la carga tras ver que Nick no se sienta a nuestro lado. Su voz me chirría más que nunca y nada parece funcionar, me cuesta respirar y ya no tengo saliva que tragar para evitar lo inevitable.
Esta vez me centro en contar mi respiración: 1, 2, 3... Sin embargo, las voces de fondo, las conversaciones perdidas, el barullo, los olores, de nada sirve, siento que me asfixio y que en cualquier momento voy a desmayarme. Necesito salir de aquí. Ya.
Me levanto de un salto en el momento en el que dejo de controlar mi mente y es el pánico quien toma las riendas. Ignoro dónde voy, qué hacer o si pedir o no ayuda pero de lo que sí estoy segura es que necesito estar lejos de aquí.
Acabo por entrar en el servicio de las chicas de la planta baja donde se halla el comedor. Lo bastante lejos para dejar de escuchar los sonidos que se escapan de entre sus puertas y a su vez lo suficientemente cerca para no acabar desmayándome antes de poder huir. Al entrar, me encierro en un cubículo y me dejo caer tras la puerta. No creo que nadie me haya seguido ni que nadie reparase en mí, hoy soy un fantasma para mi grupo de amigas y apuesto a que lo habrán achacado a la excusa que les di ayer. Doy un par de bocanadas de aire y el nudo en mi garganta se deshace en un llanto. Mi vida se ha puesto patas arriba desde hace tan sólo tres meses y por más que intento controlarla, son estos momentos los que me controlan a mí. No puedo recurrir a nadie porque nadie lo entenderían y lo que sí que harían sería señalarme de manera acusativa. Perdería completamente la poca dignidad que me quedaba y me convertiría en una lacra en boca de todo el pueblo. No intento retener el llanto, la asfixia ha desaparecido en el momento en el que las lágrimas han brotado de mí, tampoco pienso en el tiempo que llevo aquí sentada o si alguien puede o no entrar al mismo cuarto de baño y escucharme. No me importa, no esta vez. Entierro mi rostro entre las rodillas y me permito viajar por ese duermevela que deja el llanto después de haberse ido, como si ya no fueras tú, como si estuvieras vacío y sólo quedase la carne que por inercia habita este mundo. Como si el alma con cada lágrima, grito y sofoco hubiera agonizado hasta el punto de desvanecerse.
Y es justo eso lo que encuentro ante el espejo cuando me miro a una Emily que se ha ido por completo. El maquillaje ha desaparecido dejando surcos de pintura por mis mejillas, mi peinado ya no está perfectamente pulcro tras mi nuca sino que ha empezado a dispersarse algún que otro cabello. Me quedo observándome sin verme realmente durante un momento más, tampoco sé que intento encontrar o qué finalidad tiene el estar mirándome directamente a los ojos. Pero aquí estoy completamente perdida.
Si salgo así del cuarto de baño levantaría preguntas que no me apetece contestar, por lo que elimino todo rastro lavándome la cara y retocando mi peinado con los dedos todo lo bien que puedo. Cuando me dirijo a la puerta y poso la mano en el pomo siento que no quiero salir, no quiero volver a tener que fingir que no me he roto para siempre. Aún así, acabo por girar el pomo después de tomar aire, lo que me encuentro al levantar la vista del suelo me deja paralizada.
Eddie se encuentra apoyado en la pared contigua a la puerta del aseo y parece sorprendido al verme aparecer ya que tiene la boca un tanto entreabierta aunque rápidamente tensa la mandíbula y sus cejas se contraen al tiempo que me mira de arriba a abajo, como analizándome. No cabe la posibilidad de que me haya escuchado ¿verdad?
Parpadea un par de veces y cambia radicalmente.—He cambiado de idea ¿sigues interesada?
Me pilla desprevenida por completo aquella pregunta y tardo en situarme en el contexto de la pregunta, casi sin darme cuenta he pronunciado un "¿Qué?".
Ahora el nervioso parece él al intentar explicarse usando unas palabras "acordes" con el lugar donde nos encontramos.—Ya sabes, lo que me preguntaste ayer.
No tiene que darme más pistas para adivinar a lo que se refiere y mi tono no suena acusativo en ningún momento, porque no es así como me siento. Simplemente tengo curiosidad ya que la negativa de ayer era bastante rotunda.
—¿Y qué ha cambiado?
—Que no me fío de los otros camellos. Eso sí, tengo una condición.
—¿Cuál?
Digo con un claro recelo, a fin de cuentas, no lo conozco. Aún estoy con la puerta del baño a medio cerrar y dejo escapar la puerta de entre mis manos sin dejar de prestar atención a sus gestos. Se está rascando la nuca, me ha desviado la mirada y antes de contestarme mete las manos en los bolsillos de sus vaqueros. Quizás no lo conozco mucho, pero empiezo a creer en la posibilidad de que es un chico muy expresivo y ¿sensible?.
—Que yo tengo que estar contigo.
Esta vez no desvía la mirada ni parece titubear, a decir verdad su determinación no permite réplica ninguna.
—Está bien.
No lo pienso mucho al contestar y no sé si me arrepentiré, lo cierto es que una parte de mí enciende todas las alarmas con ese instinto tan paternalista. Si no fuera porque hoy simplemente me limito a sobrevivir, quizás habría cambiado de opinión.
—Quedamos el viernes después de clase, donde ayer—Parece que nota mi inseguridad aunque no acaba por entenderme del todo porque añade—Allí no nos verá nadie, te lo prometo.
Asiento. Es lo que quería ¿no?
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Runaways
Teen FictionCuando tu vida parece estar prediseñada el futuro no es más que un guión. Entonces llegó él... ¿Y si rompo el patrón? ¿Y si me salgo de la norma?