Capítulo 16

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XVI

—Así lo he dicho —responde el hombre.

—Ahora vuelvo —informa Damián—. Caspian, lleva a Eva a mi habitación.

El nombrado asiento ante su orden.

—Majestad —habla el hombre, atrayendo la atención de Damián—, yo quería saber si me podía dejar verla.

Por alguna extraña razón, Damián volteó a mirarme. Podía sentir la preocupación en su mirada.

—La verás es unos días, Alejandro —se limitó a responder Damián, dando media vuelta para atravesar el salón a toda prisa.

—Ella está bien, Damián no le haría nada —murmura Caspian, dándole unas palmadas en el hombro al hombre de ahora sé de nombre Alejandro.

Caspian ladeó la cabeza en dirección a un pasillo para que lo siguiera, sin decir nada lo seguí. Al llegar al final del pasillo había una escalera.

—Me prometí a mí mismo que no preguntaría nada, pero sabrá que no puedo contenerme a preguntar por la señorita Pusset —dice Caspian, mientras subimos las escaleras.

—Ella está bien, general Davies.

—Puedes decirme Caspian.

—Y tú puedes decirme Evangeline.

—No lo creo. Pronto tendré que referirme a ti por majestad.

—¡Por todas las coronas! —escuché exclamar, pero no me fue posible ver de quién se trataba ya que la altura de Caspian me lo impedía—. ¿Qué haces con esas maletas, Caspian Davies?

—No son mías, Amelia...

Antes de que pudiera terminar con la oración, di un paso a un lado para quedar a la vista de la nombrada Amelia. Era una mujer de tal vez unos cuarenta y cinco años de edad, de cabellos rubios con a penas algunas canas en ellos y ojos marrones.

El verme abrió los ojos un poco por la impresión e hizo una pequeña sonrisa afable.

—Tú debes ser Evangeline —mencionó ella—, Damián ha hablado mucho de ti —caminó hasta mí y enganchó su codo con el mío.

Sus palabras, por alguna razón, me habían echo sentir bien, el saber que Damián había hablado de mí a alguien.

—¿Enserio? —inquirí, sin poder creer el que Damián me hubiera siquiera mencionado.

—No hay un día que él no hable de las pecas alrededor de tu nariz siquiera —contestó.

Sus palabras cada vez hacían que la sonrisa en mí se extendiera aún más aunque intentara ocultarlo.

—Ella vivirá aquí de ahora en adelante —le informa Caspian.

Amanda de inmediato me voltea a ver clara sorpresa en los ojos.

—Será un gusto tenerte en el palacio, Evangeline.

—Gracias.

—Pero debemos irnos —Caspian jala de mi antebrazo libre, haciéndome alejar de Amelia—, Damián me encargo que la llevara a su habitación.

El Juego Del ReyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora