Capítulo 23

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No supe cómo reaccionar al ver a Elian frente a mí. O debajo de mí.

Lo primero que hice fue darme media vuelta. Podría incluso incomodarse por mi presencia siendo que tenía el pecho descubierto.

—¿Lo desperté? —dije con torpeza.

Pareció no escucharme porque no respondió. O solo me ignoró como le es de costumbre.

—¿Qué haces con mi caballo? —cuestionó con voz totalmente ronca; más de lo habitual.

—Estaba afuera de la caballeriza, yo pasaba por aquí y decidí meterlo.

Miré de recojo que a un lado de él había una botella de vino vacía; era probable que se hubiera puesto ebrio por la noche, no estaría consciente si era verdad lo que decía o no. Podía mentir con total libertad.

—Suéltalo —demandó, poniéndose de pie mientras estiraba la mano para arrebatarme la rienda.

Por instinto alejé la mano de inmediato. Tal acto hizo que Elian soltara una carcajada poco forzada como de costumbre.

—¿Qué es lo que le genera gracia? —cuestioné.

—Tú, eres un chiste andante.

Lo pasé por alto y di unos pasos al interior de la caballeriza.

—He dicho que me des mi caballo, zanahoria.

De inmediato me di media vuelta.

Por muy rey que fuera, eso no evitaba que fuera un irrespetuoso.

—Creo debo recordarle que mi nombre es Evangeline. —Las palabras no habrían podido salir más forzadas de mi.

—Evebre, como te llames.

—¿Qué clase de apodo es ese? —estaba dispuesta a dar media vuelta para dejar el caballo en su lugar y marcharme.

—Evangeline y pobre, es una gran combinación.

Seguí mi camino hasta que llegué a la puerta dónde, supongo, debía ir: era la unica vacía en el lugar.

—Calabaza.

En cuanto sus palabras llegaron a mí, lo voltee a ver de reojo, sin ninguna intención de seguirle su juego.

En cuanto abrí la puerta, sentí su fría y grande mano sobre la mía.

—He dicho que yo me haré cargo de mi caballo —determinó.

Sus ojos verdes habían caído sobre mí, haciéndome sentir por un segundo totalmente vulnerable por su presencia.

—Ya está aquí Elian, no me lo robaré si es lo que piensas.

—Puedes meterlo en una de esas bolsas escondidas que tienen los vestidos.

—¿Cómo pretendes que meta un caballo en mi bolsa?

Estaba claro que no estaba en sus cinco sentidos.

—Eso hacen los pueblerinos.

Tiré de la rienda del caballo adentro. Justo cuando estaba por quitarle la silla, Elian tomó la rienda y lo sacó para volver a meterlo.

—Eres un necio —me limité a decir.

—Como si me importara.

Caminé fuera del establo lo más rápido que pude.

—Deberías volver a Lennox con todas esas ratas.

—Tienes razón —dije, volteando a verlo por un momento—, debería volver.

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⏰ Última actualización: Oct 10 ⏰

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