Prologo

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Robert.


Apenas ha pasado una semana desde el problema con Jessica, no he quitado nada de lo que le tenía preparado, todo sigue igual, acomodado tal cual ella lo dejó, el polvo sin embargo, ha empezado a acumularse, yo me he adaptado a los relieves de la casa, podría desaparecer y nadie lo notaría, ni siquiera Sara, que ahora ha de estar en el caribe disfrutando de unas bien pagadas y merecidas vacaciones, apenas salgo de mi habitación y solo es para tomar algo del refrigerador y regresar a mi cuarto a comerlo, mi aspecto ha decaído solo un poco, puesto que por las noches tomo un baño y lo primero que encuentro limpio de mi ropa lo tomo para vestir y salir a algún bar a beber y cantar las canciones dolidas que ponen, siempre regreso a mi casa después de que el bar cierra y el cantinero pide un taxi para mí, al menos dos veces he dormido afuera de mi casa por no poder ni siquiera caminar unos cuantos pasos y atinar a la cerradura, otras he despertado tirado en la sillón de la sala o en medio de toda la casa, tampoco he ido a la empresa, todo se ha realizado correctamente y no he tenido eventos a los cuales asistir, he contratado a una secretaría recomendada por Robert, una señora de al menos cuarenta y tantos años, que ha sabido hacer bien su trabajo sin la necesidad de molestarme, a todos les ha dicho que yo no estoy disponible para atender llamadas o que estoy fuera del país por lo que no ha habido necesidad de tener juntas, no tuve que decirle nada sobre lo que estoy pasando, ni siquiera indago, Gerard, tampoco, pero lo imagina, ese día me fui con él a emborracharme y le comenté lo que pasó con Jessica, me ha dejado solo y sabe que tampoco debe acercarse a Jessica.


Me tiendo en mi cama, ahora me parece enorme, tampoco es que la haya compartido con ella, pero he compartido otras con ella y esto se siente horrible, ya no tengo a nadie, solo estoy con mi deprimente existencia, he intentado ir al parque a correr con huesos, pero ahora me siento fuera de lugar, veo a la misma gente de siempre, envidio sus vidas, tan simples y sin problemas, compartiendo momentos, las parejas dándose amor sentados en las bancas, los niños jugando con la pelota, tomando helado, yo ya no soy parte de este grupo, por lo que me deprime más, estar en el espacio que antes sentía como mío, ahora ya no lo es. Al final, siempre regreso a mi casa a deprimirme aún más, a ese único lugar tan frío como yo.


Las noches comparten mi dolor, siempre lloviendo y sin algún rayo en el cielo que alumbre mis noches, huesos a veces me acompaña, pone su cabeza en mis piernas y se queda conmigo dormido, pero hasta él se cansa de mí y me abandona en momentos, ¿acaso seré tan deprimente a la vista de él? Yo creo que sí. Creo que es tiempo de que visite a alguien que me ayude y piense a fijarme en alguien más, por lo pronto creo que llamaré a Megan, que la vida sin sexo me está matando.


Gerard, llama y contesto el teléfono, por primera vez de todas las llamadas que he recibido de múltiples personas.


-¿Vas a salir hoy? –dice algo rudo.


-No, ¿A dónde iría? –digo tranquilo.


-No me vengas con que no sales, todas las noches te veo salir, soy yo quien le dice al cantinero que pida un taxi para ti, soy yo quien ha estado pagando tus cuentas.


Cierto jamás me había puesto a pensar como le hacía para pagar todas mis cuentas.


-¿Entonces a donde propones ir?


-Salgamos al mismo bar que vamos siempre, pero esta vez Robert, tu no vas a tomar, por favor, ahora quiero ser yo a quien lo cuiden.

Así fuimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora