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[Dedicado a la maravillosa personita  ArlethLiliana ]

El mundo desde un comienzo siempre ha sido un caos, guerras estúpidas, comercios mal destinados, políticos corruptos y los pueblos ahogados, nada realmente nuevo, el propio desastre siempre creado por la mera mano del hombre ¿No?

Pues no, aparentemente, había algo nuevo, diferente y amenazante, el pueblo se había levantado, no en armas, pero en huelgas, exigiendo una explicación, un anuncio al mundo de la verdad de lo que habían presenciado con aquel raid a la isla JeJu, querían respuestas.

Y nuevamente el mundo se había partido en tres, primero los que apoyaban, aquellos que simplemente se quejaban del mal trato que el pobre Omega estaba recibiendo, defendiendo su privacidad al mundo, ¿Por qué debería él de presentarse ante todos? ¿Qué no les bastaba con verse salvados? Hipócritas, ¿Qué derecho tendrían sobre él? ¿Por qué todos creían que él les debía respeto? Un mundo de hipócritas.

Después estaban los neutros, aquellos que simplemente daban gracias y se incomodaban hablando de más del tema, no tenían necesidad, aquel chico era humano y con eso bastaba.

Finalmente, los conservadores, aquellos llenos de odio por una o dos razones, la parte podrida de la sociedad del mundo le tachaba de un prostituto, un Omega cualquiera sin medida alguna presentándose ante tantos ALFAS, mera basura poco humana, ¿Qué importaba si era fuerte y les había salvado? Honestamente, para todos ellos, nada, exigían que el mocoso fuera presentado al mundo y obligado declararse Omega, querían verle postrarse como lo que era, un ser humilde y, sobre todo, Omega.

Para el mundo casi en general, lo único que existía era un Omega ¿Dónde quedaba el lado humano?

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Go Gun Hee sintió la exasperación subir por su estómago una vez más al ver la carta nueva que había llegado, el gobierno comenzaba a perder la paciencia y amenazarlo fuertemente para obligarle a resolver lo más pronto posible el desastre.

Los hombros tensos en su espalda, la fuerza con la que su mandíbula inconscientemente se apretaba, todo aquello era demasiado estrés para su ya anciano cuerpo.

Dejó los papeles en la mesa caoba, aflojó un poco su corbata siempre presentable y se colocó de pie, tomó su abrigo y subió al pequeño elevador privado del edificio, el único que conectaba directamente con su oficina y solo unos pocos tenían acceso o conocían.

Esperó.

Dos minutos más tarde, bajaba para entrar a lo que parecía un pequeño corredor que abarcaba lo ancho del último piso, con la diferencia en que, en lugar de construcción, paredes de vidrio y metal blancos se levantaban bloqueando el paso, así como una fuerte restricción mágica que a cualquier otro le haría temblar.

Caminó seguro unos cuantos pasos hasta cruzar al inicio de la construcción de cristal colorido y hierro blanco, adentrándose en la espesura amenazante de esa magia peligrosa, tomó el pomo de la puerta de cristal y la abrió lentamente.

Dentro, el golpe de la magia le dejó unos segundos adormecido, flotando en sus pensamientos como si le hubieran dado la bienvenida a un lugar perfectamente seguro y destinado a proteger.

Y así era, pero no para él.

Gun Hee cerró la puerta, permitiendo el sonido de algunas aves dentro llenarle el corazón de calma, el dulce aroma de las flores le relajaba y se mezclaba con algo más allá que era lo que buscaba.

Se encaminó nuevamente, pasando un pequeño arco de flores blancas y rosadas luego de perderse entre algunos caminos rodeados de flores y hermosos árboles que ocultaban del centro de aquí, del mundo, siguió sin problemas, pasando las miradas de las dos sombras que custodiaban la pequeña entrada, saludó con calma, entregando a ambos las cosas que portaba.

OMEGADonde viven las historias. Descúbrelo ahora