Viaje en el Tiempo AU Dentro del universo canónico.
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El Getou Suguru de hace diez años jamás hubiese pensado que alguna vez le declararía la guerra a Gojo Satoru.
Y menos que buscaría tenderle una cruel trampa para aprovecharse de su debilidad hacia él.
Observa el teléfono mientras espera impacientemente una respuesta del albino, remeciendo con nerviosismo su pie derecho y mordiéndose las uñas de su mano libre. Suguru había conservado el número de Satoru todos estos años, no obstante, jamás se atrevió a mandarle un mensaje o intentar comunicarse con él; sobre todo después de haber cambiado su teléfono al convertirse en un fugitivo dentro del mundo de la hechicería.
Del otro lado de la ciudad, los ojos color cielo de Satoru se enfocan en la pantalla del celular, mirando una y otra vez el mismo mensaje, queriendo cerciorarse de que estaba frente a la realidad y no a un espejismo creado por su ilusa mente.
"A las siete de la tardefrente al local donde solíamos comer mochis de mantequilla. Te estaré esperando".
Está en una disputa enorme.
Hace tan solo un par de días que volvió a verlo, después de tantos años, sintiendo que las emociones encapsuladas en su corazón se liberaban con una tempestad digna del más caótico de los tifones. Han sido días difíciles, porque todo vuelve a doler y está más emocional que de costumbre.
Ahora resulta que se atreve a enviarle un mensaje de texto (Claro que sabe que es él, ¿quién más sería?), después de haberlo mirado con esos ojos felinos llenos de oscuridad.
¿Cuáles serán sus verdaderas intenciones? Porque por supuesto, el Suguru que creyó conocer un par de años atrás fue una versión que él mismo creó y cuando se dio cuenta fue demasiado tarde; ahora no sabe qué se esconde detrás de quien alguna vez llamó su mejor amigo, ni tampoco sabe qué carajos pasa por su cabeza, menos al querer reunirse con él en una situación crítica donde deberían odiarse.
Deberían, porque jamás será así.
En todo caso, si llegara a ser una trampa no es como que fuera a salir lastimado. No es un tonto, Suguru podrá ser su única debilidad; pero a días de una batalla contra él es obvio que debe estar más atento de lo normal a su entorno. No se dejará engatusar tan fácilmente.
Es arriesgado, pero la curiosidad y las ganas de volver a verlo le ganan.
Suspira y bloquea su teléfono, guardándolo en el bolsillo del pantalón y siguiendo su camino por la estación de trenes.
Solo por esta vez aceptará, no es como si tuviera mucho que perder.
