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Debió haber visto con anticipación la programación del clima, de lo contrario, no estaría escondido en un sitio tan frío, silencioso y oscuro.
Observa sus pies apoyados en el cemento, mientras su mente divaga de un lugar a otro, ajeno al ahora; tal y como estaba sucediendo el último año.
Han sido meses tan largos e hirientes. Al principio pensó que podía con todo, sin embargo, estas últimas semanas todo pesa el triple; su estómago tiene un hueco tan grande que le es imposible comer con normalidad, sus ojos están agotados de estar constantemente abiertos, ya que le ha sido imposible dormir y el cansancio le hace pensar que en cualquier momento su cuerpo se desplomará.
Tiene tanto acumulado en el centro de su corazón, son emociones diversas y filosas, que hacen presión contra su vientre como dagas filosas.
Hoy es el aniversario de la muerte de Riko Amanai.
Distinto a todo lo que pensaba y muy melancólico a su parecer, está lloviendo a cántaros. El cielo se pintó de un color gris oscuro, las nubes cubren por completo la visión del Sol y la temperatura es baja; lo suficiente para que su cuerpo esté tiritando como mecanismo de acción contra el frío.
El panorama no ayuda para nada, porque torna todo el doble de triste y desgarrador.
Está completamente solo, sentado en unas escaleras de concreto bajo el puente que cruza la ciudad. Cada cierto tiempo el sonido del Tren Bala rompe con el ambiente, sumándose a las gotas de agua que impactan contra el cemento, para acto seguido volver todo al silencio.
A pesar de no haber transeúntes cerca puede escuchar miles de gritos, voces susurrándole en el oído y a sus retorcidos pensamientos hablarle en voz alta.
Observa la hora en la pantalla de su teléfono y suspira, notando que han pasado tan solo unos cinco minutos desde que llamó a Satoru. Olvidó que hoy llovería tan estruendosamente y salió de casa sin paraguas ni un abrigo para protegerse del mal clima. Acordó visitar la feria de Shinjuku con Satoru una vez terminadas las clases, mas, ambos tuvieron misiones por separado y como consecuencia, tuvieron que concretar un punto de reunión.
Agita su pie derecho con ansiedad, buscando distraerse con las flores que reposan cerca de donde está sentado. Las acaricia con las yemas de sus dedos, sintiendo las pequeñas gotas de agua pegarse contra su piel, absorberse y dejar la zona húmeda.
Detesta estar solo, porque la soledad terminó transformándose en su peor enemigo. Mientras más tiempo pasa a solas, más duele. Más fuerte hablan las voces que intentan lavarle la mente y dispararle balas cargadas de pensamientos obsesivos.
