~CAPÍTULO 8~

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¡Holi a todo el mundo!

 Una vez más, quiero daros las gracias por leer mi historia y por haber llegado hasta aquí. No sabéis lo feliz que me hacéis. 

Espero de todo corazón que os guste el capítulo.


—¿Seguro que podemos ir a casa de tu hermano? —le pregunté a Juliette nerviosa mientras intentaba ponerle el arnés a Puchi. Me temblaban las manos. Respiré hondo para calmarme y que no se me notara lo histérica que estaba.

—Ya te he dicho que sí las otras ocho veces que me lo has preguntado. Ahora contéstame tú —. Mi amiga se agachó frente a mí y me quitó los enganches del arnés de las manos. —¿De verdad necesitas no estar en el piso cuando él llegue? ¿Y además llevarte a Puchi? Lo encuentro extremista hasta para ti. Podemos encerrarnos en la habitación y ponernos una película o...

—¿Y arriesgarme a cruzármelo? No. De eso ni hablar —. Negué con la cabeza como si no hubiera un mañana hasta que oí el "clic" del arnés. Puchi, eufórico, comenzó a saltar por toda la habitación.

Juliette suspiró, frunció el ceño y me dio un empujón en el hombro, haciendo que me cayese de culo. Puchi recorrió el pasillo de arriba abajo, entró en la habitación, me dio dos lametones en la cara y volvió a empezar el recorrido mientras arrastraba la correa por todo.

—Va a quedar con otra chica. ¿Eso no debería calmarte? 

Apreté los labios. Sí, debería, pero también era la primera vez que me encontraba en una situación así. 

—Juliette... No quiero ver como un chico con el que podría haber quedado yo queda con otra, y encima en mi casa. 

—¡Ajá! —Juliette aplaudió y luego me señaló con el dedo índice. 

—¿"Ajá" qué? —dije poniéndome de pie. 

—"Ajá, Lucas te gusta". 

Entorné los ojos y le aparté el dedo acusador. 

—Estoy hablando en general. En Ge. Ne. Ral. Lo mismo sería con cualquier otro chico, lo que quiero decir es que es como perder el tren justo delante de mis narices y encima despedirme agitando un pañuelo blanco. Y que no quiero verle y punto. No quiero ser aún más penosa de lo que soy. 

—¿Y lo de llevarte a Puchi? 

—Apoyo moral. 

Juliette puso los ojos en blanco. 

—Ya sabes lo que opino de todo esto. 

—Sí, y como ya lo sé no lo repitas más. 

—Pero...

El timbre sonó por toda la casa, interrumpiéndonos. Sentí como toda mi sangre caía en picado hacia mis pies.

Aimeé y Camille, que llevaban horas decidiendo qué se iban a poner, corrieron hacia la puerta y abrieron sin ni siquiera preguntar quién era. El eco de las pisadas de los chicos subiendo las escaleras fue tan claro que lo oí a la perfección desde mi habitación.

—No. No, no, no, no, no —. Corrí hasta la puerta de la habitación. Cerré de un portazo justo cuando escuché a Bastian saludar. —Mierda... —Me giré y pegué mi espalda a la puerta tan rápido que mis trenzas habían parecido dos látigos contra la madera. —En cuanto pasen al salón salimos escopetadas para la calle. Es un plan sin fisuras —. Volví a girarme y pegué la oreja. Las voces de los cuatro se entremezclaban entre ellas, pero por lo que podía oír aún seguían en el recibidor.

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