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— Repasemos esto una vez más. — se dio ánimos a sí mismo, antes de irse a la cama a descansar. — Me levanto a las 5 de la mañana, desayuno y me arreglo, salgo de aquí a las 6 de la mañana para tomar el autobús a la universidad. 7 de la mañana, mi primera clase, 9 de la mañana, almuerzo ligero, un café caería bien... — pensó, retomando el conteo con sus dedos como un niño que apenas aprende a contar. — 10 de la mañana, siguen mis clases. 1 de la tarde, me dirijo a la cafetería... Mmm a la de la escuela o a la que está enfrente?... A la que está enfrente. — dijo firme a sus pensamientos y opciones. — 2 de la tarde, voy a la biblioteca para estudiar y hacer mis deberes. 4 de la tarde... retomo mi última y más difícil clase... — dijo nervioso, claro que él odiaba esa clase. Física, no por la materia, si no por la maestra. — 5:30 de la tarde, tomó el autobús y llegó al club antes de las 7. En teoría si todo sale bien debería regresar a casa a las 11 de la noche para dormir antes de... la media noche. — Al pobre chico le iba a costar adaptarse a ese tan ajustado horario, pues con tener solo cinco horas de sueño era claro que no estaría en condiciones para hacer algo más que lo que indicaba su ajuste de tiempos.

El castaño dejó sus lentes a un lado de su cama, donde su celular estaba listo para sonar en cuanto diera la hora. Sin más, cerró los ojos cayendo en un profundo sueño.

Las múltiples bocinas de las calles de Nueva York empezaron a sonar por cada lugar transitable, Peter despertó colocando sus lentes como podía en su cara, trato de encender su celular para ver la hora pero... oh sorpresa, descargado.

— ¡Ay no puede ser! ¡No hoy! — Se levantó a toda prisa de la cama, yendo hacia la ventana. — OIGA SEÑOR, ¡¿QUÉ HORA ES?! — grito el castaño desde su hogar.

— 6 A.M — le devolvieron la palabra.

Peter maldijo en su mente, agradeciendo al transeúnte y comenzando a buscar sus cosas para salir de su departamento lo más rápido posible.

— ¡Si puedo, si puedo! — Con ánimos de no haber estropeado el día, salió de su casa vistiendo ropa casual, una suéter café amarillento que cubría su arrugada camisa blanca, con un pantalón gris y sus zapatos negros a duras penas lustrados.

Corrió por las calles, buscando dinero en su billetera para pagar el autobús, que afortunadamente estaba en el lugar esperando más gente.

Agitado y tratando de recuperar el aire, fue que Peter logró sentarse, cerrando los ojos un momento antes de sentir como el autobús comenzaba a moverse. Busco entre sus bolsillos y su mochila su celular, hasta que cayó en cuenta de que lo había dejado en casa.

— Al cabo ni lo ocupaba... — Se cruzó de brazos tratando de hacer una expresión de enojo, inflando sus mejillas involuntariamente.

El joven estudiante llegó exacto a la hora que debía a la universidad, ni un minuto más, ni un minuto menos.

Entró a su salón, tomando asiento al frente mientras que el profesor de la primera clase atravesaba la puerta, cerrándo la detrás de él.

Peter tuvo que aguantar las risas de sus compañeros y las preguntas de los docentes. Los múltiples gruñidos de sus tripas eran cada vez más fuertes y recurrentes, ya que al haber despertado tarde no alcanzó siquiera a tomar una galleta.

Su hambre se demostró en cuanto dio el descanso de las 9 a.m, el castaño salió casi corriendo hasta la cafetería de la escuela, llegando así hasta una de las máquinas de aperitivos.

Devoro sus galletas con gusto, mientras buscaba por los pasillos los horarios de sus clases, él había memorizado el orden, pero no los salones donde estarían algunos de los profesores.

Peter se la pasó la mayor parte del tiempo sobreviviendo a sus clases, este semestre sería uno de los más pesados, pero el siguiente prometía ser uno más tranquilo a pesar de solo ver en su mayor parte todo lo relacionado a la carrera.

Stripper Arácnido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora