Hambre

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" TU CARNE, TUS DESEOS, DEBES SER LISTO O TE CONSUMIRÁN"


Ahí se encontraba Seth, tumbado sobre su espalda, con aquel extranjero encima suyo, teniendo sexo frente a sus compañeras, era de esperarse que se sintiera incomodó. Tapaba su cara con sus manos, ocultando su vergüenza. Pero sus manos eran retiradas por el maldito barbado. Para su sorpresa si había sido gentil, por lo que le dolía aceptar que estaba disfrutando el sexo que estaba teniendo con él, podía sentir que gemiría de manera penosa si este aplicaba más fuerza.

- Eres exquisito, deseo complacerte hasta que no puedas más.-  Soltó el barbado, con una expresión de lujaría, el pelirrojo lo miró recriminado. No le dio tiempo para hablar, cambió su posición, sentándole encima de él.
La postura hizo que cambiará la situación, sus caderas eran sostenidas y guiadas por el castaño barbado, esta vez la gentileza había terminado, era más rápido, salvaje.

- Espera... así no.. ¡Ah!..-  Soltó un fuerte gemido, enrojeció de inmediato, lo notó a él triunfante y vio a sus mujeres con inseguridad. Neftis lo miró con una sonrisa, Anat estaba sonrojada, pero atenta a él. En su mente había una enorme pena.

Su compañero no se detenía, las estocadas eran cada vez más rápidas, más placenteras y aunque en su mente se esforzaba por mantener una postura menos deseosa, su cuerpo lo empezaba a traicionar.

Por otro lado Neftis llevó de la mano a la nueva diosa, para que los vieran de cerca, y en un momento a otro la comenzó a besar, ambos hombres se detuvieron por un momento, las apreciaban con detenimiento.

- Espera... ¿esto no es raro?- Soltó la oji púrpura.

- No lo es, solo nos divertimos. Deberíamos hacerlo sufrir un poco ¿ no crees?-  Empezó a desvestirse seductoramente.

La joven de pelo azulado solo vio sonrojada a la otra, mientras guiaba sus manos a sus pechos. Para luego volverse a besar, esta vez cedió más y correspondió.

- Vaya, este debe ser mi día más afortunado. Ellas son tan sexys.- Soltó el dios extranjero.

- Lo son... ahora muévete.-  En esta ocasión la mirada carmesí  brillaba, como el fuego mismo. Incluso le incitó, moviéndose de forma circular sobre él.

- Ah... como me enciendes... siempre quise probarte de esta manera, dame toda tu ira, dios de la guerra.-  Los ojos de castaño mostraban no sólo el brillo de lujuria, sino que había cierta sinceridad en ellos.

- Dime tu nombre, es de mala educación. - Le susurró al oído el pelirrojo, para después jalarle del cabello, dominante.

- Ah... llámame Zeus, por favor gime mi nombre.- Lo dijo y después se enfocó en moverse y mover las caderas del pelirrojo, quien ahora se movía conjunto a él.

- Te llamaré como quiera.- Le respondió de la misma manera dominante. Pero el castaño sonrió de manera maliciosa, de momento se volteo rápido. Los ojos rojos mostraron sorpresa e incomodidad, pero no podía negar el placer. El castaño le estaba dando sin tregua y lo estaba gozando, incluso se olvidó de ver a sus mujeres, quienes se manoseaban.

La habitación estaba llena de gemidos y gritos ahogados, ellas estaban tan centradas en sí mismas, hasta que los gemidos entre ellos se volvieron más fuertes. Excitadas por verlos de esa manera ambas quisieron acompañarles. Sin previo aviso las manos de Neftis abrieron las piernas de Anat, se sentó sobre ella y comenzó a frotarse una con otra. Ambas húmedas y deseosas, hasta que sus piernas temblaron, pero ambas querían más, no les era suficiente.

Buscaron a los dioses, Zeus retomaba el aliento y Seth tomaba más vino, las vio de inmediato y se aproximó.  Ambas se dirigían hacia la cama, a lado del otro hombre.

La Tierra de los CondenadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora