La Oculta

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" NADA PERMANECE OCULTO PARA SIEMPRE"              

                                           

Una niña que nació como esclava, dentro de la población humilde de Egipto, pese a sus carencias  fue rodeada de amor, sus padres y hermanos la adoraban. Fue la menor y la única hija. Más nació con una singularidad, una que le provocaría una condenación, su belleza.
De pelo negro azulado, de ojos púrpura, de piel del color del desierto durante el amanecer, con un brillo dorado y de un cuerpo voluptuoso desde corta edad, a los 11 años toda su vida cambiaría.

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En el duro calor del desierto, el mismo dios de él sentía que moriría; no había comido ni bebido agua en dos semanas. Cuando despertó era de noche, una joven le recibía, después de charlar y que irónicamente ella lo nombrará Seth, decidió ir de vuelta a la capital, después de todo tenía asuntos que resolver, salvar a su hijo de su propia maldición. Para su desgracia Anat, se dirigía al mismo lugar que él, a la capital, así que no pudo rechazar su oferta de ir juntos.

En un principio su compañía le pareció molesta, después de todo era una joven de 19 años, hacia muchas preguntas, buscaba conocerle más y eso a Seth le incomodaba, aunque su rostro no le era del todo desagradable, reconocía que para ser humana portaba una belleza única; ojos púrpura, con una bella tez que vio solo al notar sus manos. En cuanto su figura podría tentar a cualquiera, entendió en seguida porque se cubría tanto. Su vestimenta era larga y holgada, cubría su cabello y rostro con otra gran tela, ocultando sus muñecas o pies. 

Desde el primer momento lo supo,  una niña que fue despojada de su niñez, una esclava en búsqueda de ella o de su hogar. Fue inevitable para el dios no sentir pena por ella, hablaba mucho, mostraba ánimo pero en sus ojos se notaba dolor.  Se sintió acompañado como no lo había sentido en mucho tiempo, reflexionaba sobre la humanidad conforme pasaba tiempo con ella, supo que no era una esclava cualquiera; le dedicaron educación, sabia poesía, política. De seguro una esclava consorte, tenía que serlo, su belleza era llamativa, sus ropas aunque estaban desgastadas eran de telas finas, y lo más importante, sus manos eran suaves, aunque nunca las tocó pudo ver que en ellas no mostraba callos de trabajo duro.

Se sentía casi paternal con ella, pese a haber tenido una vida difícil, no hay nada más cruel que nacer en la pobreza, él lo vio en sus ojos cuando vio a otros esclavos llenos de latigazos, amarrados y encerrados, amontonados en jaulas. Aun mostraba algo de inocencia, ya que los primeros días niños le robaron, aun así ella vía a los niños con lamento.

Viajaron por días, resistieron juntos al desierto. En cuanto estuvieron a las orillas de la capital tuvieron que seguir juntos, por supervivencia.

Era una estrategia para ambos no volver a ser encadenados, idearon un plan para tener que comer. El robo fue el principal, Seth tomaba las cosas, mientras ella distraía.

"Quiero eliminar este sufrimiento, en especial para los niños, es cruel." Le confesó en una noche, cuando cambiaban de escondite, cada noche solían  cambiar de lugar, siendo de los favoritos establos.

- ¿Cómo piensas hacerlo?.- la miró 

- No lo sé... pero no es justo... nacer en la pobreza y ser un niño o niña.. es un infierno-

El dios guardó silencio, pensaba en su hijo, no sabía como responder a lo que ella le planteaba él mismo había lastimado a su hijo de muchas formas, la penúltima vez lo golpeo hasta sangrar con su oz. Le consumía ese recuerdo, él no tenía la culpa de lo que sucedió, sin embargo su ira le había cegado, ahora lo notaba, nunca le interesó la humanidad, siempre los aborreció; sus desgracias y debilidad eran su motivo de desprecio e hizo cosas atroces lleno de ira, la maldición que punzaba en su brazo le recordaba ese tipo de cosas horribles.

La Tierra de los CondenadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora