Capítulo 21. El reposo de Afrodita.

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..."Por alto que esté el cielo en el mundo, por hondo que sea el mar profundo, no habrá barrera en el mundo que mi amor profundo no rompa por ti"... Pedro Flores.

Luego de informar a Deo que Zoe había resistido la operación y que su recuperación sería lenta, Kamal volvió a la elegante sala de estudio, que aún observaba un poco del caos que la improvisada cirugía había ocasionado.

Zoe despertó un poco después, aquejada por un intenso dolor, desorientada y con náuseas debido a la anestesia. Apenas reconoció a Kamal y respondió muy débilmente a sus preguntas. Al-Ghurair hizo cuanto pudo para aminorar sus molestias, le inyectó otro sedante y refrescó su frente con un paño húmedo.

Luego, se sentó a un costado de su cuerpo y con el brazo enlazado a la cintura de la joven apoyó su frente sobre la superficie de la mesa. Estaba agotado, y sin embargo, no conseguía apartarse de ella. Zoe lo tenía encadenado a su piel, a su alma para siempre.

—Kamal —lo llamó Khalid con suavidad—, Caye te envía esto para Zoe.

El cirujano miró las manos de su hermano y encontró una fina camisola de satén color zafiro. La confección era exquisita y él supo que Zoe sabría apreciarla si estuviera lúcida.

—Agradécele a Caye por mí —murmuró conmovido extendiendo su mano para cogerla.

Khalid miró a Zoe con gesto pensativo y luego se volvió hacia su hermano de nuevo.

—Nos iremos todos a la villa de Santorini. Ella necesita un lugar tranquilo y privado para recuperarse.

La solariega propiedad que pertenecía al mayorazgo de los Al-Ghurair se emplazaba en la parte más exclusiva de Oia y contaba con una privilegiada posición que les permitiría observar a cualquiera que se acercase a kilómetros de distancia. Kamal estaba de acuerdo en que era el sitio perfecto para refugiar a Zoe.

—Necesitaremos una ambulancia aérea.

—La tendrás.

Kamal se frotó los doloridos ojos.

—Y debemos sacarla de acá con el mayor sigilo. En el plan de vuelo no deben aparecer nuestros nombres y...

Khalid lo tomó de los hombros y siseó para acallarlo. En el cálido brillo de los oscuros ojos de su hermano solo había afecto y preocupación por él. 

—Ya lo consideré, descuida que no pasaré por alto ningún detalle.

Khalid comenzó una firme marcha hacia la puerta, pero antes de jalar del tirador se volvió hacia Kamal y lo obsequió con una leve sonrisa.

—Pronto podríamos estar celebrando ruidosas cenas familiares con nuestros niños y algunos gatos corriendo por toda la casa.

Kamal meneó la cabeza.

—Yo no lo sé, 'akh —suspiró—. Zoe ha dedicado su vida a ser un escudo para los demás y una vida doméstica podría no atraerle.

—Yo creo que esa bala en el pecho podría hacerla reconsiderar algunas opiniones.

Una vez que la puerta se cerró, Kamal cogió la mano de Zoe entre las suyas. Sus delgados dedos eran de elegantes líneas, aunque en los nudillos y en las yemas se notaban ciertas asperezas. Al-Ghurair exhaló con pesar y un nudo le apretó la garganta. Zoe tendría que haber crecido alejada de la maldad del mundo como seguramente lo habría querido su padre. En cambio, al quedar huérfana debió aprender a luchar, y a sobrevivir. No era una mujer acostumbrada a ser cuidada, pero en ese instante él tenía la oportunidad de hacerlo. Mientras cada vena y tejido de su interior enfrentara la mayor batalla de su vida, Al-Ghurair se ocuparía de cubrirla de sus enemigos.

Encadéname a tu pielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora