Capítulo 35. Solo con un beso.

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..."Cualquier forma de amor que encuentres, vívelo"... Anaïs Nin.

La ciudad de Atenas no era un circuito de la fórmula 1, solo lo parecía un poco durante la hora pico del tráfico. Cuando cada conductor intentaba no quedar en algún atasco y se deslizaban con imprudente velocidad entre un cruce de semáforos y otro, como si no tuvieran miedo a la muerte.

A Kamal Al-Ghurair sin duda le sobraba experiencia en técnicas de conducción agresiva, Zoe iba a tener que aprender a no subestimarlo. Apenas logró pasar pegada a él en el último segundo antes de que la luz cambiara de ámbar a rojo, y sus labios se curvaron en una orgullosa sonrisa por la destreza de su novio.

Calix y Darius que los seguían en un segundo auto se quedaron atascados en el semáforo; Zoe tendría que llamarles la atención sobre eso. Más tarde. La persecución era un entrenamiento al que la rubia había sometido a sus pupilos los últimos días, Cayetana y Khalid ya habían participado del ejercicio. Sin embargo, Kamal sí que les estaba proporcionando emoción.

Zoe logró colocarse al parejo de Kamal en el siguiente cruce y se volvió para verlo.

¡Cristo!

Al-Ghurair era todo un bufet de masculino chocolate. Perverso. Tentador. Recostado en el asiento del piloto, con las firmes manos sujetando el volante. Oscuras gafas le cubrían los ojos, y la sonrisa que le obsequió era francamente sensual.

El semáforo cambió a verde y ambos hundieron el pie en el acelerador.

«¡Coño!» maldijo Zoe en el momento en que Kamal pasó delante de un colectivo del transporte público con apenas espacio y, con una treta tan sorpresiva que casi le impidió avanzar con él.

Los bocinazos no se hicieron esperar y Zoe sacudió la cabeza divertida. ¿Quién sabía que un AMG tan pesado como él que Kamal conducía, podía moverse así? Había días en los que quería encerrarlo bajo llave, cuando lograra ponerle las manos encima ella iba a exigir algo de satisfacción.

No, no solo algo. Mucha. Lo quería recargado en uno de los muros del dormitorio que compartían, con las piernas separadas, ofreciéndose a ella y con ese duro cuerpo bañado en sudor y gruñendo de placer.

¡Cristo! La humedad que sentía resbalar por su feminidad no era lo que necesitaba en ese instante.

Aparcó su auto en el estacionamiento del Elpis, justo en los neumáticos traseros de su novio y no perdió tiempo en salir a su encuentro.

—¿Te di muchos problemas, lahabi alsaguir? —preguntó Kamal al tiempo que se desahacía de las gafas oscuras.

Ojos azul topacio, perversos, se deslizaron en ella. ¡Y la sonrisa! No era una sonrisa disimulada, era puro desafío masculino y calor sensual.

—Tú solo hiciste, justo lo que te pedí —replicó ella a su apetecible novio.

—Bueno, ya me conoces... —Él sonrió más provocativo al tiempo que su mirada rastrillaba por todo su cuerpo—. Tú me pides algo y yo me empleo a fondo.

La mirada de Kamal se posó por unos largos segundos entre sus muslos antes de levantar de nuevo el rostro con una malvada sonrisa.

—Lo sé. Y ahora tendré que ajustarles las tuercas a Calix y Darius. ¿Cómo pudieron perdernos a ambos?

—No seas tan dura con los chicos —señaló él acercándose más, sus ojos topacio abduciendo los de ella—. Exageré un poco, solo para tenerte unos segundos para mí solo.

—¿Lo hiciste? —Zoe quería gemir ante la esencia de su duro cuerpo y el masculino fuego que comenzaba a envolverla—. En situaciones reales tengo que ser capaz de confiar en ti cuando todo vaya del oro a la mierda.

Encadéname a tu pielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora