Tras el pacto con los dioses, Gabriel se embarcó en una búsqueda por la redención, dispuesto a convertirse en el instrumento de la justicia divina. Su primera misión lo llevó a una aldea remota, asolada por una oscura presencia que sembraba el terror entre sus habitantes. Ríos de sangre habían teñido las calles, y la desesperación se había apoderado de aquel lugar una vez próspero.
Al llegar al pueblo, el Mercenario de Dios se encontró con una escena desoladora. Los cuerpos sin vida de hombres, mujeres y niños yacían esparcidos en el suelo, y las viviendas estaban en ruinas. La sola visión era suficiente para recordarle su pasado como mercenario y el daño que había infligido.
Sin embargo, Gabriel se negó a dejarse consumir por el pesar. Recordó su promesa a los dioses y la fe que lo había guiado hasta allí. Observó a los sobrevivientes, quienes lo miraron con miedo y desconfianza, sin saber si su presencia era una bendición o una maldición.
El líder de la aldea, un anciano de cabellos plateados y ojos cansados, se acercó temeroso pero lleno de esperanza. "Eres tú, el Mercenario de Dios, ¿verdad? ¿Has venido a liberarnos de este horror?"
Gabriel asintió con solemnidad. "Así es. Los dioses me han enviado para acabar con esta oscuridad que ha caído sobre".
El anciano lo miró con gratitud y lo llevó al lugar donde se suponía que se escondía la fuente de la maldición. Una criatura grotesca y monstruosa se encontró en lo más profundo de una cueva, alimentándose de la energía vital de los habitantes del pueblo. Era un ser abominable, retorcido por la corrupción y la sed de sangre.
Sin vacilar, el Mercenario de Dios desenvainó su espada bendita y se enfrentó a la criatura. El combate fue feroz y lleno de peligro. La bestia lanzaba zarpazos y conjuraba oscuras magias para defenderse, pero Gabriel se manifestó firme en su propósito. Cada golpe de su espada estaba imbuido de la fuerza de los dioses, y la criatura malévola retrocedía ante la luz divina.
Durante el enfrentamiento, Gabriel se vio tentado a utilizar métodos más oscuros y brutales, grabando sus días como mercenario sin escrúpulos. Sin embargo, el recuerdo de su pacto divino y su deseo de redimirse lo mantuvieron en el camino recto.
Finalmente, después de una batalla ardua, el Mercenario de Dios asestó un golpe definitivo a la criatura, liberando una explosión de energía divina que despejó la maldición de la aldea. La oscuridad se desvaneció, y un aura de paz llenó el lugar antes plagado de dolor.
Los habitantes, atónitos y agradecidos, rodearon a Gabriel con lágrimas en los ojos. La fe en su corazón se había fortalecido al presenciar la victoria del Mercenario de Dios sobre el mal. Sin embargo, Gabriel sabía que esta era solo una de muchas batallas que enfrentaría en su camino hacia la redención.
Con el amanecer, el Mercenario de Dios dejó atrás la aldea, sabiendo que su destino estaba entrelazado con los de aquellos que necesitaban ayuda. Se prometió a sí mismo que, sin importar cuánto oscuro fuera la tarea, él sería la luz que se alzaba contra las sombras.
Así, Gabriel continuó su peregrinaje, una senda que lo llevaría a confrontar a los demonios internos y externos que desafiarían su fe en cada paso. Pero en cada batalla, aprendería que la redención no era solo un acto de justicia divina, sino un viaje interior hacia la reconciliación consigo mismo.
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"El Mercenario de Dios"
Historical Fiction"El Mercenario de Dios" es una apasionante novela de fantasía épica que narra la historia de Gabriel, un mercenario atormentado por su pasado oscuro y sediento de redención. Después de una profunda experiencia espiritual, Gabriel hace un pacto con l...